23 de enero de 2012

AMOR S.O.S.

¿Qué dónde vivo?
En el umbral de mis deseos.
¿Qué dónde me oculto?
En la colina de la nostalgia.
¿Qué por dónde he andado?
Por los lugares más inhóspitos.
¿Qué por dónde me he ido?
Por la puerta de la agonía.

¿Qué quieres venir a buscarme?
Yo aquí te espero.
¿Qué no sabes cómo decírmelo?
Sé sincero.
¿Qué la duda te roba las palabras?
Intentá con los gestos.
¿Qué el tiempo nos arrebata las esperanzas?
Entonces, no nos demos por vencidos.

Itsamá Araucanía

16 de enero de 2012

Attack the block, héroes y villanos.


Cuando los alienígenas de Sin noticias de Gurb (Eduardo Mendoza) aterrizaron en la eufórica Barcelona preolímpica, la observación desconcertada de un extraterrestre-narrador de una ciudad frenética engalanándose para tan gran evento, da pie a situaciones muy divertidas y carnavalescas. Tras las risas Mendoza ofrece una mirada corrosiva sobre esta etapa así como sobre la vida en las urbes y nuestros avatares contemporáneos. 

¿Qué pensaría Gurb si aterrizara en el Londres preolímpico actual? ¿Qué opinaría el difunto Joe Strummer de que su grito punk, London Calling, haya sido elegida como sintonía y reclamo publicitario de los Juegos Olímpicos? Esta canción fue compuesta por The Clash en respuesta a la crisis, el duro thatcherismo y los conflictos sociales de principios de los 80. Un SOS, una llamada de atención del grupo más político del Reino Unido. London Calling. Una canción mítica y atemporal.




En Heygate, suburbio marginal del sur del Londres actual, aterrizan los salvajes alienígenas de la divertidísima y a ratos “terrorífica” película inglesa Attack the block. Su objetivo: atacar un bloque de vivienda social donde vive una banda de adolescentes que los han afrentado con la muerte de uno de los suyos. Estos chicos, que por salvarse y salvar a su comunidad de este ataque, pasan de  delincuentes incipientes a héroes. 

Un argumento juvenil. Actuaciones frescas. Efectos especiales. Diálogos ácidos. Pero “Ataque al bloque”, más allá de una película de gamberros y monstruos temibles, divertidísima y loca, pone la mirada sobre la vida de estos jóvenes, que pasan de la etiqueta de “malos”  e "inadaptados" a personajes más cercanos.  En cuanto tienen entre manos una causa, algo que hacer. Unos chicos, que podrían ser los mismos protagonistas de otra historia, la de las incendiarias revueltas de este pasado verano en el Reino Unido.  Una señal, un SOS, una llamada de atención.

¿Necesitamos una canción?

Viridiana

7 de enero de 2012

HACIA RUTAS SALVAJES



¿Qué impulsa a un chico de familia bien estante de Virginia en la Costa Este a emprender un viaje de dos años cruzando Estados Unidos hasta llegar a Alaska en autostop, renunciando a todo lo que tenía?

Chris  McCandless fue un joven de 24 años que quiso romper con todo y experimentar cómo seria la vida sin ninguna atadura. Movido por un idealismo firme, quiso realizar una utopía y al acabar sus estudios superiores, se deshizo de sus pocas pertenencias de estudiante,  regaló su dinero  y sin decirle nada a su familia empezó un viaje que le aportó mil y una aventuras por todo el territorio yankee.

Durante ese periplo de 24 meses, Alex Supertramp, así se hacía llamar, conoció a gente muy especial que le marcó de distintas formas. Gente de todo tipo, incluso personas que intentaron disuadirle de realizar su locura de anacoreta: llegar a las indómitas montañas de Alaska y vivir solo en plena naturaleza, lejos de todo y de todos, alimentarse con lo que encontrara por la montaña renunciando a enseres materiales.

McCandless era un apasionado de la lectura, un tipo con una sensibilidad que difícilmente encajaba en el mundo en que vivía. Muy influido por  León Tolstói, que vivió entre indigentes renunciando a su posición buscando emoción y peligro, Chris quería pasar la etapa más importante de su viaje en Alaska, como una experiencia eremítica, encontrando la libertad en medio de una naturaleza poco amable.

Sobre esta historia real y apasionante trata el libro “Hacia Rutas Salvajes” de Joan Krakauer, un periodista que, atraído por la personalidad de este chico, investigó las causas de este viaje reconstruyendo todas sus etapas: por donde pasó Chris, las personas tan interesantes a las que conoció, con las que convivió durante el camino y compartió momentos  de su vida antes de que  finalmente se adentrara en las montañas de Alaska para cumplir su sueño. Es un libro que engancha desde el primer momento, por la forma en que está escrito y sobretodo por la aventura que relata.

Si aún así, no os apeteciera leerlo, peor para vosotros, pero tenéis otra posibilidad.  Sean Penn, grande entre los grandes, llevó al cine esta historia como director con gran acierto. La película “Hacia Rutas Salvajes” o Into the Wild, añade a la belleza de la aventura, la belleza aplastante de los paisajes en pantalla grande. Una fotografía magistral, el trabajo de los actores, la frescura del guión, el  cariño y la cercanía que el espectador siente inmediatamente por un protagonista no exento de contradicciones, hacen de esta película algo imprescindible. No obstante lo que destaca por encima de todo es la banda sonora. Cómo no nos iba a cautivar si el encargado es el mismísimo Eddie Vedder con canciones que hacen que esta historia se acabe tatuando en tu piel y si no me creéis, atentos a este video de Juan Giraldo sobre la película:


 

Ultramarinos Bodeler 

3 de enero de 2012

AUTORETRATO

Me dicen Mimí. Nací hace 24 años en un pueblo costero de un país venido a menos; aunque no sé si alguna vez, fue a más. Provengo de una familia de comerciantes, tercera generación de panaderos y me dedico a la elaboración de pasteles en el negocio familiar.
Me encanta el color rojo porque a través de él expreso mi pasión por la vida y mi total entrega al amor; su intensidad denota  mi valentía y mi vulnerabilidad.
Según comenta mi abuela cada vez que la visito, tengo un parecido muy marcado con una prima segunda de mi padre. No sé si es por la lejanía y la nostalgia que ésta le provoca, pero no hay vez que vaya a visitarla y mi abuela no me lo diga. Yo por mi parte, me alegro de no haber heredado el don de la reiteración que ella tan bien ejerce.
Cada mañana, recostada sobre mi cama, miro a través de la ventana y observo detenidamente el árbol que tiene mi vecina Melania en su jardín. Es un naranjo. De niña, jugaba con sus frutos caídos e ideaba recetas mágicas, pero la acidez de sus naranjas, hacía que mis inventos resultaran poco placenteros para el paladar de mis agasajados.
Me gusta mirar al naranjo porque tiene mi misma edad, y observándolo, me doy cuenta de cuánto ha crecido y también, cuánto ha perdido. Él me mira también.
Me divierte maquillarme y usar sombreros. A pesar de la crítica de mi madre y sus constantes cuestionamientos acerca de por qué quiero ocultar mis bonitos ojos con “un antifaz recreado en base a sombras y polvos pigmentados”; yo utilizo el maquillaje para jugar con mi mirada. A través de los colores, veo cosas distintas, amplío mi lente personal y me siento más perceptiva para captar la diversidad que me rodea. No sé si esta idea será también compartida por la cosmetóloga que cada mes viene al pueblo y me vende esas maravillosas pinturas, pero yo prefiero pensar que el maquillaje es un buen recurso para afinar mi vista, para delinear mi búsqueda de aventuras.
Soy Mimí y siempre me sentí Mimí. El naranjo volverá a florecer en unos meses. Yo prefiero pensar que aún no florecí.

Eneka Etxea

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