27 de julio de 2012

Héroes


La llama olímpica se mantiene encendida
en el altar de Zeus.

Tregua y amistad
entre gentes de aquí y de allá.

Que más da de dónde vienes y quién eres,
la diversidad ahora es un estandarte
que une las partes rotas del mapamundi.

Podemos ser héroes,
probando nuestros límites,
nuestros horizontes.

Héroes.
Podemos ser héroes por un día.



Mi banda sonora particular para los Juegos Olímpicos 2012:



Y unas fotos de la calidescópica y siempre increíble Londres, por tercera vez
ciudad olímpica.














Viridiana

16 de julio de 2012

La visión de William Blake

Que fortuna tener  la visita de Mr Blake por Madrid. Su cercanía no aliviará este mes de julio maltrecho, donde la tijera va recortando melenas y debilitando porvenires, pero su aliento irredento nos puede recordar que siempre hay algo que hacer. Poeta, pintor y grabador pensaba que  era mejor la actividad que la inercia, para él, el peor de los pecados. Y de esta premisa da fe su obra.

Me puedo imaginar la estupefacción del British Establishment de finales del siglo XVIII  ante esas pinceladas rabiosas, llenas de color, con imágenes fuertes, de gran simbolismo, procedentes de una imaginación desbordada, desafiante de los cánones académicos de la los alabados pintores oficiales, y de una visión amplia de la condición humana.

Satan smiting Job with sore boils

Cuadros, grabados y poemas que son puro movimiento. Y pura búsqueda de conocimiento y comprensión del mundo. Porque si bien sus temas son expresión  personal sin tapujos, no son ajenos a la reivindicación contra los corsés y contradicciones de la moral  imperante en la Inglaterra de la  transición del S.XVIII al S.XIX. Toda su obra es una lanza que hirió al sistema social que denostaba y fue precursor de las nuevas corrientes  que vendrían a cambiar el orden de las cosas.


The ghost of a flea
The night of Enitharmon´s joy ("Hecate")
Satan in his originally glory
William Blake desafía la clasificación. Su arte a contracorriente, poco a poco ha sido considerado un elemento cardinal, de indiscutible influencia en el arte inglés. Sus obras se atesoran en los fondos del Tate de Londres  como testigo para la modernidad. Rescatado su legado del olvido, por artistas amigos y sucesores que entendieron su valor artístico y humanista, sigue sorprendiendo y transmitiendo su mensaje de rebeldía, de inconformismo.


Homenaje en Primrose Hill Park, London.

Ahora, algunos de sus cuadros y grabados están  en una exposición temporal en Caixaforum. Un paseo por ella da una buena idea del recorrido visionario  de Blake y de su originalidad, más en el contexto que le tocó vivir. Mejor que hablen sus potentes imágenes y poemas, la belleza de su mirada:


He who binds himself to a joy
Does he winged life destroy;
But he who kisses it as it flyes
Lives in a eternity’s sun-rise”

Gracias Mr Blake. Vuelva pronto.


Viridiana

9 de julio de 2012

Anclados en la mina


¿El arte puede ser para todos? A modo de afirmación, lo recoge el subtítulo de la obra teatral “Mineros”, escrita por Lee Hall (autor del guión de la aclamada película "Billy Elliot") y exhibida en la cartelera teatral de Buenos Aires en esta temporada 2012.
Interpretada por majestuosos actores de la talla de Darío Grandinetti, Hugo Arana, Jorge Marrale y Juan Leyrado, entre otros, la obra nos acerca al mundo del arte abriéndonos la puerta del costado, invitándonos a espiar aquello que hay subyacente a cualquier expresión artística.
¿Qué significa esto? ¿Qué nos quiso decir el artista? ¿Qué es el Renacimiento? Se pregunta un grupo de mineros de la Inglaterra de la década de 1930, mientras escucha con atención las sofisticadas explicaciones que les da el Profesor Lyon, al cual contratan para que les dicte un curso de arte con el fin de poder apreciarlo.
Ante tantos cuestionamientos y la insistencia en descubrir el mensaje oculto detrás de cada cuadro, el Prof. Lyon se da cuenta que la mejor manera para que sus alumnos mineros puedan apreciar y entender el arte, es experimentándolo ellos mismos. Y así, los invita a crear sus propias obras, les da a aquellas manos y cuerpos maltratados por el carbón, la posibilidad de dibujar y pintar aquel mundo que los rodea.
El duro trabajo en las minas, los elementos decorativos de sus hogares, sus lugares comunes, salen a la luz en este taller de arte, el cual genera un espacio de interrogación acerca de sus propias capacidades y limitaciones y también su forma de ver la vida. Los mineros tienen mucho que decir y a través de sus pinturas, encuentran un canal para expresar todo aquello que durante años pensaron que debían callar.
Pero el Prof. Lyon advierte que sus alumnos tienen una importante capacidad creadora, es por ello que los alienta a exponer sus obras y les presenta a una rica mecenas que puede ser la llave para huir de aquel mundo lúgubre, pesado, insalubre e injusto que los ancla en la mina. Pero no todos tienen las mismas oportunidades, y la amenaza de romper el espíritu de grupo, comienza a acechar sus lazos de fraternidad.




La obra de Hall toca una infinidad de temas que son expresión de nuestra realidad contemporánea: el sistema económico capitalista y la presión de vivir el tiempo fraccionado en horas de producción, la división social del trabajo y la lucha de clases, el rol de la educación como termómetro de las potencialidades, la relación profesor/alumno entendida como un espacio de retroalimentación, el conocimiento de realidades paralelas que abren la puerta solamente para una breve estancia, el arte como objeto de consumo de una élite ilustrada que dirige los cánones de belleza, y la contención que aporta el grupo de pertenencia cuando el mundo se transforma en un lugar hostil.
Nacer y morir minero pareciera ser más que una profecía, es una dura realidad que escapa a toda elección posible. El arte de los museos y las exhibiciones no está hecho para ellos, ellos son mineros que pintan, pero ante todo, son mineros. Esta idea la reafirma uno de los personajes y la comparte finalmente el resto del grupo, el cual se ve anclado en un mundo del cual no puede ni quiere dejar. La clase social se muestra naturalizada y marcada a fuego en la piel. Ser minero ya no es una ocupación, se transformó en una identidad.
En cambio, el Prof. Lyon sí puede elegir y se va a dirigir la Academia Nacional de Artes de Escocia. Sin embargo, sus alumnos mineros se quedan allí, en su mina, en aquel lugar que durante tantos años los perfiló, consumió y perpetró.




Obra sumamente emotiva, conmovedora, reflexiva, excelentemente interpretada por un elenco de lujo y magistralmente dirigida por Javier Daulte, que nos obliga a pensar en el desigual reparto de los bienes simbólicos dentro de la sociedad, en las fronteras invisiblemente tan marcadas que nos hacen quedar sometidos a un tiempo y a un espacio que nos encasilla e inmoviliza, y en el arte, como expresión de aquel lenguaje que nos hace humanos.
Es que el arte comunica y humaniza a la vez, pero ante todo, nos recuerda aquella faceta que el capitalismo se empeñó en desterrar de nuestros  cuerpos: la capacidad de crear con nuestras propias manos y herramientas. Pareciera que hace tiempo que olvidamos cómo era eso de sentirnos dueños de aquello que producimos, de sentirnos parte de aquello que sale de nuestras mentes y espíritus.
Y es por ello que el mundo de las galerías y la prometedora vida de artistas no les resultan nada atractivos a los mineros. Hay algo del cual ellos no se quieren despojar, algo que necesitan hacerlo suyo: el carbón para el patrón y su arte, para el grupo.

Eneka Etxea

2 de julio de 2012

Las carenciadas



De chica solía tener una pregunta recurrente, a la cual mis padres, en pocas ocasiones, sabían cómo responderme. ¿Por qué hay fotos de mujeres desnudas en los talleres mecánicos y no hay fotos de hombres desnudos en la mercería?
Como buena observadora y también impulsada por el aburrimiento que me causaba acompañar a mi mamá a “hacer trámites, compras y gestiones”, mientras ella le explicaba al mecánico el problema que tenía con el embrague o le mostraba a la vendedora de la mercería el tipo de botón que estaba buscando, yo me dedicaba a admirar todos los elementos que constituían el microcosmos de estos lugares.

Las mujeres desnudas en los talleres mecánicos me llamaban mucho la atención. “Mamá, ¿las esposas de los mecánicos no se ponen celosas porque sus maridos tengan fotos de otras mujeres desnudas que no son ellas?”. La duda se transformaba en persistente: ¿por qué no habían fotografías de hombres que invitaran al goce carnal ni en la mercería ni en la perfumería?

Con el paso de los años, fui obteniendo ciertas pistas. Afilando más mi vista, me di cuenta que las fotos de mujeres desnudas no eran algo que encontraba en todos los negocios donde reinaban los hombres, estaban sólo en algunos. En las pinturerías no las veía, en las ferreterías tampoco, en los negocios que arreglaban electrodomésticos, menos. Por su parte,  los colectiveros solían tener en los espejos delanteros de sus transportes los nombres de sus novias o esposas, tal vez algún oso de peluche o frases de amor dedicadas a ellas. ¿Acaso los colectiveros amaban y eran fieles, y los mecánicos eran lujuriosos y polígamos?
A las fotos de los mecánicos les añadí otro interrogante. ¿Por qué las mujeres son piropeadas de forma grosera e invasiva cuando pasan caminando por una obra en construcción y no pasa lo mismo cuando una mujer camina frente a un concesionario de autos o frente a una farmacia? Siempre pasaba lo mismo. Mujer que pasaba delante de una obra, mujer que recibía un comentario de connotación sexual. ¿Los albañiles y mecánicos eran de la misma especie? ¿Eran unos desaforados innatos hacia el sexo y la contemplación de la carne? Aún no lograba entenderlo.
Con 12 años me mudé para el centro y a la lista de albañiles y mecánicos libidinosos, le agregué la categoría de los taxistas. Mundo masculino casi desconocido por mí, me hizo experimentar que los piropos groseros no eran algo exclusivo de los albañiles. Los taxistas tenían un muy buen repertorio de halagos, que solía ser más intenso cuánto más joven era la señorita en cuestión. Tras conocer a este nuevo grupo de “testosteronados”, me formulé otra pregunta: ¿le dirían las mismas cosas a sus hijas? ¿Miraban y piropeaban burdamente el cuerpo de sus sobrinas, nietas, primas, etc.,  igual que lo hacían con aquellas púberes que adornaban el espacio público de la ciudad?

Pasaban los años y mientras crecía, mis planteos se iban regenerando: ¿por qué las mujeres no piropean? ¿Por qué no tienen fotos de hombres desnudos? ¿No tienen esa necesidad? ¿No les gusta? ¿Por qué los hombres hablan continuamente de sus masturbaciones como algo que los enaltece y hacen de las mismas una competencia en frecuencia e intensidad? ¿Las mujeres nos masturbamos? ¿Por qué nunca hablamos de eso? ¿Por qué ellos utilizan pornografía y nosotras no? ¿A nosotras sólo nos erotiza el amor? ¿Estamos condenadas a buscar príncipes que jamás hallaremos?

Recuerdo que siendo adolescente, en una merienda con amigas, nos pusimos a imaginar “la primera vez”. Todas acordaban que el debut sexual debía ser con un hombre experimentado, alguien que supiera ya los oficios del amor, que nos “guiara”. ¿Por qué el hombre debía enseñarnos? ¿Quién nos había robado el derecho a aprender a la par? Con el tiempo, empecé a encontrar alguna que otra respuesta. 

Sospeché que la mujer de la mercería no tenía fotos de hombres desnudos no porque no tuviera esa necesidad, sino porque fue privada de ella. Alguna vez oí decir que el machismo lo bebe el hombre del pecho de su madre. Bronca e impotencia sentía cuando me daba cuenta que las mujeres nos habíamos auto-infligido tal discriminación. Desde niñas, aprendimos el rol de madres puras y castas, y cuando miramos las telenovelas condenamos a las amantes que seducen a los hombres y los satisfacen sexualmente; son las “malas” que los dominan a través de la cama. Esas, no son buenas mujeres. Las buenas mujeres son las que ocultan su sexualidad.
Pese al devenir de la historia, el escenario no cambiaba. Del mundo de los albañiles y mecánicos, me sumergí en el planeta del “mejor no te acuestes en la primera cita, porque no te van a tomar en serio”. Las mujeres podíamos caer en la tentación de ser “rápidas”, de masturbarnos, de gozar del sexo, de realizarlo con infinidad de hombres. ¡Qué peligro! Debíamos estar alertas. No podíamos ser como ellos. Nosotras éramos más profundas y sensibles. Nosotras tenemos el mandato natural de reproducir la especie. Ellos, eran de otra naturaleza. Nosotras de Venus y ellos de Marte. Nosotras en la mercería y ellos con los autos. Nosotras carentes de lujuria; ellos, el Dios que nos juzga y nos invita al pecado.
 Menos mal que crecí en una sociedad posmoderna y liberal. Gracias que existen los test de la Cosmopolitan, la depilación definitiva, el botox, las dietas de la Luna, el topless y las cremas anti-celulíticas. Acaso, ¿necesitamos algo más?


Katrina Viribendi


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