30 de diciembre de 2013

Reencuentro




El día en que te fuiste
se pasó una hoja de mi libro o un capítulo quizás.
Los aviones apenas tardan unas horas,
Las personas, en cambio, tardan leguas de tiempo.
Cruzar el charco, lo llaman.
Atravesar el océano sin billete de vuelta.

Sabía que te volvería a ver, 
pero Buenos Aires se empeña en estar
a demasiadas paradas de metro.
Y el destino es incierto, o eso dicen.

Ayer el avión regresó después de mil mensajes
varias llamadas y unos cuantos paquetes.
Ese Atlántico que no todo lo puede,
te ha dejado en la costa como una botella de cristal.

Y allí estabas, de nuevo, frente al Corte Inglés.
Sin la frente marchita, sin las sienes plateadas.
Febril la mirada, nerviosa la sonrisa,
deseado el reencuentro. 

Pasear por las calles del gótico,
oír tu acento  porteño,
comer un shawarma resolviendo el mundo,
como si a Nasir no le hubieran pasado los años.
Tesoros, momentos que siempre soñé.

No habrá pañuelos cuando vuelvas a irte
porque algún día, alguna tarde,
volveremos a recorrer esas callejuelas
testigos de nuestras horas.
Si será en el río de la Plata o en el Mediterráneo
tan sólo lo sabe el océano que nos separa.



Ultramarinos Bodeler


23 de diciembre de 2013

La vuelta


Fue ansiada y temida,
lejana y perceptible,
pensada y soñada.
Pero, el pretexto se
transformó en argumento
y el fundamento,
se perdió en el mar.

A los albores de mi regreso,
cuánto sé yo lo que me espera,
cuánto sabrán ellos,
qué fue de mí.

Y aunque las inquietas aguas
hagan del trayecto una osadía,
quién pudiera sortearlas con ufanía,
quién pudiera partir para no volver.

Hoy marcho con rumbo cierto,
vuelvo al lugar del cual nunca me fui.
Espéreme falso destino,
no sea cobarde conmigo,
no se ría de mí.

Que la espera eterna
me marcó como fuego,
que el llanto que alquiló
mis huesos, aún no se quiere ir.


Laurencia Melancolía


19 de diciembre de 2013

La grande bellezza


Definir qué es la belleza puede ser un ejercicio de tahúres y magos, un juego de espejos, de palabras fáciles y huecas. La belleza hay que sentirla, saborearla, cazarla. No valen atajos. Es rápida y fugaz, se escapa de las manos como un puñado de arena del desierto.  Hay que saber de ella, conocer y conocerse, para no pasar por el mundo ciegos a su esplendor y bálsamo.
Acudir a una sala de cine y encontrarse con el lirismo de la Grande Bellezza, la última película del director italiano Paolo Sorrentino, triunfadora en los Premios del Cine Europeo 2013, es una celebración para los sentidos, es poesía es en estado puro.  La Roma actual, deslumbrante, gran escenario mítico, donde turistas aquejados del Síndrome de Stendhal y lugareños deambulan buscando la respuesta a la gran pregunta.


Heredera de la Dolce Vita, es un homenaje a Roma y a Fellini, y Jep Gambardella, el seductor periodista protagonista, el alter ego de un Marcello Mastroianni ya entrado en años y desencantado de “una vita tranquilla” llena de lujos, fiestas y relaciones vanas. Roma es la belleza pero también la decadencia actual: nobles en alquiler que habitan solemnemente sótanos de fastuosos palacios, arribistas que hacen de subir la escalera social su deporte, criminales de altos vuelos, actores y figurantes de Telecinco, strippers maduras, intelectuales de cartón piedra.
Jep Gambardella (Toni Servillo) es un observador  de toda esta comedia humana y llegados a sus 65 años toma conciencia de cuanto se ha alejado de si mismo. Tras publicar su primer y exitoso libro dejó de escribir. Cuando le preguntan la razón de no haber vuelto a publicar  contesta que no ha encontrado una historia que valiera la pena. La madurez, la muerte de seres queridos y el tropezarse con los sentimientos de una antigua historia de amor de juventud le devuelve una mirada más atenta a la silenciosa melodía de su vida, a esos momentos de rara belleza.  Quiere volver a escribir. Ha encontrado una historia que contar y contarse, una respuesta.
Viridiana

10 de diciembre de 2013

Nelson Mandela





A estas alturas no os viene de nuevas la noticia, Nelson Mandela falleció la semana pasada. En todo el mundo hay homenajes y muestras de cariño,  aunque personas como él nunca van a desaparecer.  En estos tiempos de políticos mediocres, más preocupados por su ego y por  sus arcas fomentando el enfrentamiento entre pueblos y la discordia entre iguales, la figura de Nelson Mandela se hace más importante si cabe.  Líder desde la cuna, con un carisma difícil de medir siquiera con palabras, un hombre con una humanidad insólita,  un hombre bueno, en definitiva.
Sabemos que Mandela, miembro de la CNA, estuvo encarcelado durante 27 años acusado de intento de golpe de estado  contra el régimen dictatorial del Apartheid. Sabemos que su celda era mínima y la vida en prisión muy dura.  Que al salir, se encuentra con una Sudáfrica desestructurada, con continuos estallidos de violencia de grupos radicales y al borde de una guerra civil.  Sin embargo,  él  organiza manifestaciones pacíficas a lo largo y ancho del país a modo de resistencia no violenta en la línea de Gandhi. De hecho en una de sus primeras declaraciones en libertad  proclama “Coged vuestras pistolas, cuchillos y machetes y  tirándolos al mar”. Al presentarse a las elecciones presidenciales consigue más del 60% de votos.


Madiba  Presidente medió con los africaners y con los grupos extremistas y contra todo pronóstico nombró ministros a algunos cargos del antiguo régimen para que ayudaran a construir la nueva era.  Dio lugar y voz  a todas las personas independientemente de su raza  y quiso imponer la  Justícia antes que la Fuerza.  Buscó lo imposible,  algo que les uniera, símbolos comunes que reforzaran el sentimiento de nación multirracial no excluyente  y para ello fue fundamental el deporte con el que consiguió que, por primera vez, todos los sudafricanos se entusiasmaran con un objetivo común.




Mandela no se presentó a la reelección aduciendo que pertenencia a una generación de hombres cuyo fin era conseguir la democracia en su país. Él no sólo había conseguido eso, sino que consiguió admirar al mundo entero. Viajó incansablemente hasta su muerte. Se entrevisto con todos los líderes de la comunidad internacional y se convirtió en uno de los hombres más importantes de la historia y en un ejemplo a seguir por todos. Ahora con su muerte, se convertirá en mito, si es que no lo fue ya mientras vivía.  

Me pregunto cómo una persona, encerrada durante casi tres décadas,  al que han hecho sufrir de tal modo, sale de prisión sin ningún ápice de rencor ni ansias de venganza en su corazón. En cambio yo creo que  Mandela consiguió la mejor de las venganzas: la gestión de una transición democrática ejemplar rehuyendo la violencia de unos y otros, la unión de pueblos y razas y la  libertad, el perdón y la humanidad como  única bandera posible.


Ultramarinos Bodeler

2 de diciembre de 2013

Cautivos racionales


Virus informáticos que son creados especialmente para dañar sistemas operativos que fueron inventados supuestamente para hacernos la vida más plácida y ágil, tramas financieras artífices de lavado de dinero que se mueven con total impunidad en un mundo que azota al ladronzuelo y lame los pies del guante blanco, cuerpos humanos mercantes que albergan sustancias que el sistema capitalista requiere para idiotizarnos, mientras se destinan recursos de las arcas estatales para paliar los efectos colaterales de un reparto de la riqueza que en su origen es crudamente desigual, países con prestigio de maestros chocolateros y sede de organismos internacionales que ocultan ganancias poco decorosas y cuyos índices de suicido son explicados desde la óptica que argumenta que la panza llena puede ser tan perjudicial como la vacía, industrias farmacéuticas y armamentísticas para las cuales la buena salud y la paz no son un negocio, potencias mundiales que llevan la bandera de la libertad y los derechos humanos y vierten a la atmósfera dosis infectantes de CO2 entre otros de los muchos alicientes que hacen de nuestra supervivencia homínida un mero factor aleatorio y un sinfín de actividades más que encabezan los triunfos de la razón humana y que por cuestiones meramente prácticas, me abstengo de seguir enumerando.
Salir de África para conquistar el mundo no fue tarea fácil. Los paleoantropólogos siguen afirmando que fue nuestro cuantioso cerebro devorador de proteínas lo que nos permitió generar estrategias de supervivencia más sofisticadas para sortear los obstáculos de un medio ambiente cambiante y por momentos, adverso. La clave radica en la corteza cerebral, centralizadora de nuestra inteligencia, causa potencial de nuestra capacidad de producir habilidades que nos permitan aventajar a otras especies y aprovecharnos continuamente de los descuidos y debilidades de los pares.
La mente que es capaz de crear un sinnúmero de obras maravillosas que se engloban en lo que conocemos como cultura, sin embargo, es la misma que sacude con una crueldad inmensurable aquellos principios morales rectores que enarbolamos para asegurarnos una reproducción y convivencia armónica. ¿Qué nos hace humanos? ¿Nuestra humanidad entendida en términos vinculados con la bondad y la empatía hacia los otros con los cuales compartimos taxonomía o una humanidad relacionada con el oportunismo y malicia productores de injusticias múltiples por doquier?


Si tanto el amor como el odio, son cosas que aprendemos… ¿por qué es tan popular la sensación que el mal triunfa por sobre el bien? La respuesta puede ser generacional, aunque, a lo largo de nuestra historia consciente y en algún punto, inconsciente también, nos la hemos reformulado desde que comenzamos a habitar las cavernas. Y si las réplicas son variadas y cambiantes es porque en algún punto somos cautivos de esa razón que nos humaniza y deshumaniza a la vez. Esclavos de nuestro intelecto y soberanos de nuestra lógica. Parecería una paradoja, pero la dialéctica es parte de esa humanidad que edifica y rectifica. Hijos de la duda, presos de la elucubración.

Vespertina Incrédula



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