19 de agosto de 2014

Descripción poética





La luna le teme al sol porque desnuda sus cicatrices.

La tijera suena a desgarro y desazón, huele a fragmentos y quemazón.

La cama piensa en los desahuciados que poco sudor le brindan.

El árbol es frágil como su corteza, endeble como su fulgor.

Si fuese una estrella no dejaría nunca de brillar, evitaría caer en un agujero negro y me buscaría el lugar más cómodo del firmamento para poder curiosear.

El corazón habla con el martillo, le cuenta sutiles cosas al oído, le confiesa que su atónito ruido no lo deja avanzar.

La piedra ve la hoguera y aunque arde cual quimera aún no se atreve a destellar.

La arena suena a evolución, a mares quebrados, a vidrios rotos, a playas eternas y a pétreas huellas. La arena suena a mí.

La ventana sabe a posibilidad, tiene el color del abismo y la textura de lo impensado.


La sombra oye huecos, escucha retazos y perfila desesperados.


Medea Paracas 



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