Desde Finlandia llega una noticia francamente
sorprendente. Finlandia, el país con el sistema educativo más avanzado del
mundo planea desterrar la caligrafía de sus aulas. Increíble. Incomprensible.
Según he podido leer, a
partir del agosto de 2016 se dejará de enseñar y aprender la letra cursiva y se
pasará a la letra de imprenta. El tiempo hasta entonces dedicado al aprendizaje
y práctica de la caligrafía será destinado al tecleteo de la mecanografía. Se
argumenta que la escritura con letra de imprenta y el mecanografiado son más
rápidos y eficientes. Eficiencia y funcionalidad: Esta música ya se ha
convertido en clásica.
¿Pero cómo silenciar la
cadencia de la escritura?
¿Cómo dejar de lado este proceso tan profundamente
personal?
La escritura requiere un
tempo, escucharse, abrirse al papel en blanco. Es herramienta y reflejo de
nuestro pensamiento. Nos ayuda a construir nuestras ideas, a pulirlas, a darles forma. La escritura es ordenar el
alboroto de la mente, plasmar sobre el papel, una letra tras otra, todo aquello
hasta entonces innombrado. La neurología nos dice que es el acto de motricidad
fino más complejo y elaborado, su aprendizaje pone en marcha un sinfín de
procesos cognitivos, contribuye a la plasticidad de nuestra mente.
¿Es incompatible el ordenador
y la escritura a mano? ¿La eficiencia y el dar espacio a la singularidad y
creatividad? ¿La eficacia y el tempo personal? ¿La homogeneidad y el dejarse
ver? ¿Las pautas y la flexibilidad?
¿Las aulas se tienen que
convertir en un entrenamiento a la competitividad?
Tiempo, cocción, sacar
fuera lo que desconoces que está dentro. Las aulas, como espacio de
conocimiento de uno mismo y de los demás, de creación y construcción del lugar
común, no pueden dejar de lado este arma
de aprendizaje en estado puro, expansivo. Más letra por favor.
Viridiana