Para
sus treinta y dos años, Aurora ignoraba muchas cosas, entre ellas, que el amor
podía agotarse. De un día para otro, Roberto, su novio, le dijo: “No va más.
Supongo que el amor se me acabó”. Y así de repente, sin mucha explicación, sin
demasiados abrazos amortiguadores que pudiesen sostener el derrumbe de una
historia que se construyó en común, Aurora vio terminada su pareja luego de
doce años, siete meses y dieciséis días. Pero, ¿a dónde se va el amor cuando se
acaba? ¿Se evapora? ¿Se recicla como el cartón y los envases de plástico?
¿Adquiere la forma de una amante más joven y dócil o se momifica en las estampas
fotográficas de los maravillosos momentos que ilusamente lo inmortalizaron?
Cada mañana, luego de la ruptura, mientras viajaba en el subte camino al
trabajo, Aurora se hacía las mismas preguntas. Las respuestas, por el
contrario, aún no se dejaban ver.
Fue un
martes de agosto, cuando por problemas técnicos, el subte no anduvo y Aurora
tuvo que volverse a casa en colectivo. Mientras aguardaba en la parada con
celular en mano y mirada frenética, a la espera de algún mensaje de
arrepentimiento con la propuesta de volverlo a intentar, fue que Aurora divisó
un pequeño cartel pegado sobre el poste de la parada. Como por arte de magia,
el cartel la eclipsó: “¿Querés recuperar a ese amor que se fue? Hacé que vuelva
para siempre. Tarot. Videncia. La Marumba: Escuela de Astrología.” Sin lugar a
dudas, las respuestas habían llegado.
Pasaron
dos días y Aurora ya tenía su cita con el tarot. Las cartas, para su asombro,
lo revelaron casi todo y los planetas, también dieron varias pistas. La ruptura
era definitiva. Seguramente, como le sugirió la tarotista, su carta astral lo
terminaría de explicar. Así que Aurora, inmediatamente encargó que le preparase
una y a la semana siguiente, volvió a La Marumba.
En el
origen de su cosmos particular, los motivos de la marcha de Roberto eran más
que evidentes. Un ariano como él poco más podía resistir las embestidas y
exigencias de una capricorniana como ella. Todos los problemas de pareja que
forzosamente durante años Aurora quiso minimizar, de pronto, salieron a la luz.
Uno por uno, la carta astral los develó. Estaba claro. Zodiacalmente, eran
incompatibles.
A
pesar que la angustia y las dudas la habían conducido hasta allí, Aurora sentía
una sensación de alivio total. Fue como un renacer. Al haber encontrado las
respuestas, la paz se apoderó de ella. Ya no eran necesarios los ansiolíticos
para dormir, las visitas semanales al psiquiatra ni las dos cajas y media de
puchos que se bajaba por día. Era hora de ir a la herboristería en búsqueda de
valeriana, pasiflora y tilo, de hacer reiki y tomar clases de yoga. De comprar
libros de autoayuda y de aprender más sobre los signos, y por qué no, de
convertirse ella en astróloga. Si era capaz de comprender cómo funcionaba el
universo, podría hacer de su hábitat personal un mundo más acogedor.
Luego
de tres arduos años de estudio en La Marumba, Aurora obtuvo su título de astróloga.
Nada la enorgullecía más como sentirse conocedora de los mensajes ocultos que
hay detrás de la energía interestelar. Sin embargo, su nueva faceta profesional
provocó un escándalo en su familia. Además, de cierta vergüenza ajena por parte
de Roberto, quien se enteró del suceso tras los comentarios que le llegaron por
un amigo en común.
Pero,
a Aurora, sinceramente, poco y nada le importó. Ahora, ella contaba con la
certeza que lo que le había pasado con Roberto, ya no le volvería a ocurrir.
Esta vez, ella tiraría las cartas. No habría posibilidad alguna que el amor se
acabase sin que ella se diera por aludida. Con la ayuda del zodíaco, las
advertencias serían claras y podría proteger a su corazón.
Salvadora Esther