25 de agosto de 2015

Cenicienta y el Príncipe posmoderno



Una vez hallada la casa de Cenicienta y habiéndole probado infructuosamente el zapato a sus hermanastras, el bello Príncipe se dirigió hacia ella. Cenicienta lo miró con dulzura, tímidamente esperanzada.
El Príncipe le calzó el zapato y de pronto, todo se transformó. Del bello joven, salieron eructos aromatizados de fernet y cerveza. Gases sazonados de choripán de cancha y asado recalentado. Su panza comenzó a crecer rápidamente, rompiendo los botones de su camisa. 
En cuestión de segundos, Cenicienta vio ante sí, escenas de su futura vida conyugal: fines de semana enteros limpiando y planchando, mientras el Príncipe jugará incansablemente, a la play station. Ajetreadas noches dando el pecho a sus hijos, mientras los ronquidos de su amado, le quitarán el poco sueño que podrá conciliar. Aburridísimas reuniones de padres en la escuela, a las cuales siempre, asistirá ella.  Interminables horas en el gimnasio, buscando combatir una celulitis, que pese a los deseos de su esposo, jamás se irá. Insoportables almuerzos domingueros en casa de su suegra, donde todo serán elogios para la anfitriona y reclamos, para ella.
Ante semejante panorama, Cenicienta decidió torcer su suerte. Se sacó el zapato de cristal, y con entusiasmo y fe en sí misma, le dijo al Príncipe: “gracias guapo, pero  sola y con zapatillas, camino mejor”.


 Relatividad Amena


13 de agosto de 2015

Son ellos, somos nos-otros.


Y entonces, votamos otra vez. Los votamos a ELLOS. A los que mienten, a los que roban, a los que lucran con el cargo público. A los que maléficamente diseñan infinidad de estrategias para hacernos la vida más trágica. A los que nuestra inocencia, poco les vale.
Porque son ELLOS, son los OTROS, los que nos hunden en la maraña de las listas sábana, en las inundaciones con olor a cloaca y en los proyectos de villas a urbanizar.
Son los OTROS, los que nos engañan, los que se ríen continuamente de nuestra poca cultura democrática, de nuestra ignorancia lisa y llana, que se esmeran en perpetuar.
Fueron ELLOS, los que desde los orígenes fabricaron pobres, blasfemaron nuestra bandera y permitieron que afamados colonizadores nos roben un par de islotes en ultramar.
Son los OTROS, los que permiten que extranjeros de poca monta atraquen las acaudaladas arcas de nuestro supuesto Estado del Bienestar. Son ELLOS, los que abren las fronteras para que los restos de la Conquista usurpen nuestras fuentes de trabajo y aromaticen nuestras calles con fritanga y chipá.
Sí, son ELLOS. Son los mismos que se hacen los distraídos cuando los maquiavélicos medios de prensa sacan lustre a las muertes por desnutrición infantil. Esas muertes que ocurren en un tal Interior que cada vez se nos hace más externo.
Son ELLOS, los que nos estafan cotidianamente, inventado obras de infraestructura que sólo existen bajo el formato de vueltos, en los bolsillos de los titerísticos intendentes del Conurbano.
Siempre fueron y serán ELLOS. Son los OTROS, esos a los cuales votamos, la especie más indigna de habitar nuestro sacro territorio argentino. Son ELLOS, el linaje de la corrupción más nefasta y sucia que el mundo haya conocido. Quienes embeben el sudor de nuestro trabajo como dráculas famélicos. Quienes luego de atiborrarse de los sacrificios de nuestros constantes esfuerzos, regurgitan migajas que apenas nos alcanzan para subsistir.
Está claro. Son ELLOS, los culpables de nuestra miseria estructural, de nuestra crisis eterna y de nuestra perdición inconclusa. Siempre fueron ELLOS, los OTROS.
Porque en el fondo más cercano, en la esquina más próxima y en el recoveco más inmediato, ELLOS fueron, son y serán NOS-OTROS.   

Relatividad Amena



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