Él me
dejó revuelta. Completamente atormentada. Supo sin saber, acariciar mi alma
hasta el punto de destrozarla. Quedé vacía, desmembrada. Por un tiempo largo,
de ese que se saborea cuando el desamor se hace carne, me apagué en soledad. Me dediqué a recorrer
mis miserias, a fin de hallar la causa real de la pérdida. Pero, no la encontré.
Buceé por días, meses, en mis contradicciones y falencias. Desesperada, busqué la
explicación que calmase el dolor.
Y en
ese mar de hechos, suposiciones y elucubraciones, me hundí. Quizás, la lógica
no sirva de justificativo para nombrar tu ausencia. Ni haya argumento válido
para entender por qué no estás. Tal vez, sea el momento de despojarme de mis atavíos
de luto y volver a besar.
Besar
a desconocidos con gusto a aventura, con cobertura de noches plácidas y eternas,
y relleno de algodón de azúcar. Poder sentir en mi boca, cosquillas que invadan
el cuerpo y ericen la piel. Relamerme los labios una y otra vez, y así quitar
las costras de amargura y angustia que hicieron nicho en ellos.
Sí,
amor ausente. Debo volver a besar.
Laurencia Melancolía
Fuente imagen: http://www.musee-rodin.fr/