Enrique Ortiz de Landázuri, Bunbury para los amigos. Contra viento y marea, siempre ahí desde que tengo uso de razón. Ecléctico, polémico y multifásico, excéntrico, poético y hermético.
Artista equilibrista, aragonés errante.
Cuando oí su primer disco en solitario casi pido asilo en un frenopático, creí que sufría alucinaciones. Verle enfundado en un mono aeronáutico interpretando música electrónica, con lo que habían sido los Héroes del Silencio. Así pensaron también muchos de su antiguo público y hubo un distanciamiento entre partes. Pero Enrique se fue haciendo camino convenciendo a parte de sus antiguos fans y conquistando a nuevos. A falta de pan viviríamos de tortas, pero es verdad que éstas cada vez saben mejor.
Ese primer álbum se llama, Radical Sonora, disco de digestión pesada y difícil pero que contiene canciones perfectas que el artista ha sabido convertir en un gran regalo cuando las toca en directo en versión rock, olvidándose de ritmos horneados en discotecas. Alicia, es un gran ejemplo de ello. Después vino Pequeño, inmenso álbum lleno de ritmos de muchos rincones del globo, culturas, músicas y variedades. Sencillo pero muy complejo y profundo a la vez, reflexivo en sus letras. Grandes canciones como Infinito, vals nostálgico perfecto para acompañar una copa de vino, El Extranjero, con sabor portuario, o Dudar ¿quizás?, que no ha sido muy nombrada ni reproducida a pesar de que contiene una melodía de percusión maravillosa mezclada con ritmo árabe y un discreto coro flamenco.
Unos años más tarde el “hombre delgado” golpeado por problemas personales e influenciado por la estética pugilística creó Flamingos, disco con muchas ventas, que significó la consolidación de su carrera en solitario y que le devolvió el favor del público porque contiene grandes éxitos como El club de los imposibles, Sácame de aquí , Enganchado a ti y sobretodo Y...Al final.
El viaje a ninguna parte es como el diario de un viaje con mochila. El trota músico perdido por Latino América absorbió todo lo que esas tierras le ofrecieron, resultando un disco doble excelente donde encontramos rancheras, tangos y hasta blues...Destacaría el 90% de las canciones pero si hay que quedarse con algunas, sin duda: La Señorita Hermafrodita, El Rescate, Anidando Liendres, Canto...con le mismo dolor, el Anzuelo.
La orquesta el Huracán Ambulante, que lo acompañó durante esas fechas tuvo gran culpa de que los directos de Enrique fueran inmejorables. Con ella también realizó la gira del Freak Show, un proyecto costoso por lo original pero que tuvo muchísimo éxito. Se trataba de ir de gira llevando el escenario a cuestas, montando una carpa de circo en cada una de las ciudades donde estuvieron y mezclando la música con otro tipo de espectáculos propios del mundo circense.
Ya en 2008, dejando atrás su lado cabaretero y después de hacer "El tiempo de las cerezas" con Nacho Vegas, publicó Hellville de Luxe, con él vuelve a los ritmos anglosajones y el rock se intuye entre los acordes haciéndote bailar mientras lo escuchas en el metro. Un poco comercial pero muy buen disco. No voy a poner canciones porque os lo recomiendo entero. En 2010 vino Las Consecuencias, más introspectivo, en global algo justito pero, en cambio tiene perlas imperdibles como Los habitantes, Las consecuencias o De todo el mundo.
La última sorpresa que nos dedica Enrique es Licenciado Cantinas, recién salido del horno, en el que versiona temas propios de tabernas panamericanas, veremos a ver qué canciones nos marcan con el tiempo. De momento, está de gira por España, mirad el calendario y no faltéis porque os aseguro que el nuevo directo no decepciona, perfecto para curar heridas y depurar la sangre que nos hierve en estos tiempos.
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