Esa mañana Marita estaba indecisa. Se había despertado con una sensación de inconformidad que desde antaño no sentía. Emoción ajena, que había olvidado en pos de gratificaciones materiales.
Mientras desayunaba y leía el diario en su cama, dudaba si ir al juego de bridge, que cada miércoles por la tarde tenía con sus amigas de la Fundación,
o si deleitarse con el rico té que Teresita Campos Vieytes organizaba en el Club de Golf por motivo de su quincuagésimo quinto cumpleaños.
A Teresita no podía fallarle. En su último viaje a París, le había traído unas cremas divinas y bien costosas, pero a las chicas del bridge tampoco podía defraudarlas.
o si deleitarse con el rico té que Teresita Campos Vieytes organizaba en el Club de Golf por motivo de su quincuagésimo quinto cumpleaños.
A Teresita no podía fallarle. En su último viaje a París, le había traído unas cremas divinas y bien costosas, pero a las chicas del bridge tampoco podía defraudarlas.
En medio de su crucial dilema, le vino a la mente la frase que tan vergonzosamente hacía dos días le había dicho su mucama Juanita: “Señora, estoy embarazada de 4 meses”.
_ Pero, escuchame una cosa Juanita, ¿vos esto lo tenías planeado? ¿Qué pasó? ¿Así de repente me lo decís? Sabés, que Albertito Jr. llega dentro de dos meses de EE.UU y va a venir con su novia, que además es norteamericana, ¡no poca cosa che eh! ¿Qué voy a hacer yo, Juanita? ¿Cómo encuentro alguien de confianza en tan poco tiempo para reemplazarte? ¡¿Cómo hago para arreglarme con los chicos recién llegados?!
“¿Y no pensaste en abortarlo? Digo, ya tenés 4 nenes, ¿no te parece que 5 ya son muchos? ¿Cómo van a mantenerlos Dieguito y vos? Si necesitás alguna ayudita económica para esto del aborto, ya sabés, en mí podés confiar. Yo, boquita bien cerrada. Aunque sea muy católica, en estos casos como el tuyo, hay que manejarse con otras reglas, ¿sabés?”
Eso fue lo que pensó Marita por dentro, pero no se animó a decirle a Juanita. Tampoco se lo confesaría a su párroco. A él le diría que ni bien se enteró, se puso a tejerle un par de escarpines y mantitas con las lanas holandesas que Catita tan gentilmente le había traído hacía unos meses de Utrech.
¡Qué tiempos moviditos le esperaban! Mucama embarazada y por ende, con licencia, e hijo recién graduado de MBA en Yale que venía unos días a visitar a su familia y presentarle su nuevo amor con acento inglés.
Además, no había que olvidar que se había ofrecido para organizar la cena de Fin de Año de la Fundación, donde tres días a la semana concurría en calidad de voluntaria. Pocas ganas tenía la verdad. Pero, había que recaudar fondos para la escuelita fronteriza que este año habían decidido apadrinar.
Terminado el desayuno, Marita seguía indecisa: ¿el té de Teresita o el bridge con las chicas? ¿Despido a la mucama antes de que me venga con un sexto embarazo o me busco una temporal que la reemplace? ¿Pata de cordero con trufas como plato principal para la cena de Fin de Año o salmón al papillote con verduritas de estación glaseadas?
Mientras intentaba encontrar alguna definición ante tantas dubitativas, se puso a mirar un poco de televisión con el afán de distraerse. Mientras ojeaba la Vogue y escuchaba las noticias matinales de la CNN, leyó la publicidad de una entrevista a un tal “Eduardo Galeano”. El nombre le sonaba, era uno de estos escritores latinoamericanistas. Lo que no recordaba era su nacionalidad: ¿colombiano o peruano? Daba igual. Lo que le llamó la atención fue la cita textual con la cual se promocionaba la entrevista a este buen hombre: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo.”
Enseguida se iluminó. Lo llamó a Alfonsito y le pidió que cambiara la frase de cabecera que habían escogido poner en las invitaciones de la cena de Fin de Año de la Fundación “Creando sonrisas”.
_Alfonsito, querido. ¡Encontré una frase mejor! Más adecuada a nuestra labor de ayuda para con nuestros semejantes. Te la leo. ¡Es brutal! ¡Te va a encantar!
Alfonsito la escuchó atentamente e intentó explicarle que la frase estaba en disonancia con los principios regidores de la Fundación. “Marita, nosotros ejercemos caridad cristiana, ¿cómo puede ser eso humillante?”- sentenció Alfonsito.
Marita volvió a dudar. ¿Acaso la frase no decía que debíamos ser caritativos, que debíamos ayudar al prójimo y tenernos respeto los unos con los otros? ¿No era eso lo que predicó Jesús?
Evidentemente, hoy todo la hacía dudar. Otra vez la bendita inconformidad. Se dirigió al baño y abrió la ducha. Nada mejor que un poco de agua fría para despejar la mente. ¿El tesito con Teresita o el bridge con las chicas? Estaba claro. Hoy no iba a ser un día fácil. Y los que le seguían, tampoco.
Angustias Declive
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