26 de noviembre de 2012

La guerra de los objetos




¡Qué lindo es salir a la calle y sentirse un pedazo de carne que es ansiado por ser devorado de un solo mordiscón! ¿A quién no lo halaga verse como un objeto de consumo? ¡Es que los humanos somos tan comunicativos, que expresamos nuestras sensaciones más primitivas sin importar el efecto que eso tiene en los otros! ¡Arriba la libertad de expresión! ¡Basta de hipocresía! ¡Demos rienda suelta a nuestra imaginación y deseos más retorcidos, y empecemos a regurgitarlos!  ¡Bienvenidos sean los piropos! Gracias a ellos, las mujeres recordamos día a día lo hermosas y sensuales que somos. ¿Acaso habría alguna otra forma más sana de levantar nuestra autoestima si no fuera por su popular existencia?

Agradezco a mi sociedad que nos haya educado en el valor de apreciar los objetos, de resaltar las falencias y sobretodo, sobreestimar las cualidades estéticas de las hembras. Sentirse deseada e íntimamente invadida, no debería ser algo que incomode a las mujeres en su transeúnte pasar. ¿¡Qué mejor mimo al alma que enterarte todas las cosas que ese piropeador podría hacerte con su lengua o con esas manos intranquilas que buscan pellizcar tus glúteos cansados de tanto gimnasio!?

Salir a la calle y sentir que solo valés por lo que tenés, por tu apariencia física, por cómo te vestís, por lo que mostrás o insinuás, es una sensación única, aunque crudamente repetible, una y mil veces. ¡Ojalá las mujeres nos animáramos más a piropear a nuestros hombres! A pegarles algún manotazo a sus genitales, a manifestarles a viva voz, todas las cosas que les haríamos si los tuviésemos entre cuatro paredes. Menos mal que está en boga eso de la equidad de género y la igualdad de los sexos. ¡Por fin las mujeres vamos a empezar a piropear! ¡Se acabó la guerra de los sexos, ahora empezó la guerra de los objetos!

¡A no quedarse atrás chicas! Nuestra misión está encaminada. Ya conocemos nuestro objetivo: popularizar y fomentar los concursos de belleza masculina, aumentar las ventas de las revistas pornográficas para mujeres, desvestir a los panelistas y tertulianos de tv tal como lo hacen con las rubias y pulposas secretarias de los programas del primetime, y no menos importante: dejar las charlas y tés en casa de amigas y frecuentar más los bares de strippers. ¡Qué bueno está ser mujer en el siglo XXI! Claro está, menos mal que vivo del lado occidental del Meridiano de Greenwich. Nosotras sí que estamos más avanzadas. Tenemos libertad para usar minifaldas y escotes, operarnos las tetas, inyectarnos botox hasta convertirnos en muñecos de cera y además, salir de fiesta y tomar alcohol hasta no tenernos en pie. ¡Pero cuánto avanzamos! ¡Qué conquistas sociales hemos logrado! Pero, ¿de dónde habremos sacado tanta fuerza, tanto espíritu combativo? Estoy segura, que los piropos tuvieron algo que ver.




Vespertina Incrédula

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