De mi experiencia docente
que no es mucha contada en años, pero sí intensa en cuanto la complejidad de la
labor y lo inabordable de determinadas circunstancias, puedo dar fe (si es que
algo de este don habita en mí) que algunas políticas educativas de antaño y con
mayor proporción las contemporáneas, se disfrazan con sus mejores galas para
competir por el podio de la igualdad y la eficiencia, llevando como bandera el
concepto de inclusión (tan de moda por una buena parte del globo terráqueo),
mientras que lo único que realmente están haciendo es condenar a miles de
jóvenes a los eslabones más bajos de una marginalidad premeditada por un
sistema que divide y reafirma categorías de seres humanos por doquier.
En la última jornada institucional
a la cual asistimos l@s docentes que trabajamos para el Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires, nos informamos de una nueva propuesta de reforma impulsada
desde las altas cúpulas para en nombre de la inclusión, revertir el fracaso
escolar y hacer un poco más transitable (por no decir fácil) el pase de año
dentro del nivel secundario. Es decir, que en vez de pasar de año con dos
asignaturas previas (suspendidas), l@s alumn@s puedan tener la posibilidad de
pasar con tres previas, entre otras “ayudas”. Según su retorcida lógica, bajar
el nivel de exigencia y esmerarse por ir en detrimento de la calidad educativa,
son dos requisitos indispensables para “incluir”. No importa realmente con qué
contenidos, herramientas y habilidades terminan l@s alumn@s la escuela, lo que
realmente cuenta es que tengan un título secundario… ¿para qué?
Est@s geni@s de la
educación, artífices de políticas verdaderamente excluyentes, lo que en el
fondo buscan con sus perversos propósitos, es bajar los índices de fracaso
escolar para llenarse la boca con estadísticas vacías que anuncian altos
porcentajes de alumn@s escolarizad@s. Su rédito político está en pasarse horas
en los medios de comunicación exhibiendo números que dejan contentos solo a
quienes no saben interpretarlos.
Aquell@s que esferas
arriba nos “orientan” y aconsejan cómo actuar, son quienes poco transitan las
aulas y nulo contacto tienen con aquellas familias que nuestro sistema
económico se ocupa de esclavizar, fragmentar y apalear. Representando esta
ideología hipócrita y a mi entender, verdaderamente maligna, una funcionaria
experta en “fortalecimiento institucional” me argumentaba que no era necesario
sumar más horas en clases de apoyo o vinculadas a metodología de estudio, ya
que l@s alumn@s no asisten a ellas. Es mejor bajar el nivel de exigencia,
cambiar el sistema vigente para que puedan pasar de año sin tantos
inconvenientes, que empeñarnos en hacer que l@s jóvenes aprendan más y mejor.
Lo cruel de todo esto es
que est@s funcionari@s no se preguntan por qué l@s alumn@s no asisten a esas
clases, qué es lo que está pasando dentro de sus familias, de su entorno social
y del conjunto de la sociedad que hace que cada vez en las aulas se vea menos
el culto al trabajo, la responsabilidad, el respeto, la organización, la
solidaridad, la tolerancia, el esmero, etc. Est@s polític@s que a veces
cuadriplican el salario de cualquier docente, buscan incluir excluyendo. Se regodean aludiendo sus altos conocimientos
en materia de derechos humanos argumentando que es mejor que “un/una joven esté
dentro de la escuela, que no en la calle delinquiendo”. Y así, las escuelas
públicas funcionan como meros receptáculos temporarios de jóvenes mayormente
provenientes de clases pobres, sirven para evitar que es@s chic@s durante unas
horas al día no estén drogándose o robando, aquí radica la funcionalidad de la
escuela pública en la actualidad.
Si aprenden, si se forman
como ciudadan@s crític@s que pueden el día de mañana revertir un modelo que los
oprime y margina, eso carece de interés y por el contrario, debe combatirse.
Ciudadan@s con poca interacción neuronal es lo que desean fomentar l@s
paladines de la “inclusión”. Aquellas familias que puedan costear una escuela
privada donde abunden las clases de apoyo, donde el nivel de exigencia sea alto
y las horas dedicadas al estudio y al trabajo proliferen por sobre las “horas
libres por ausencia de profesores/as o suplentes” serán aquellas que estarán
más capacitadas para jugar a la ruleta rusa posmoderna.
Sepan est@s polític@s
criminales que tener un título secundario no es lo que realmente hace la
diferencia en este mundo antaño globalizado, tener la inteligencia y
habilidades necesarias para enfrentar una vida que desde la base es desigual,
injusta y por momentos asfixiante, es lo que a much@s les dará la posibilidad
de salir a flote. Con cerebros sedentarios poco camino recorreremos en pos de
la justicia social.
Vespertina
Incrédula
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