“Son hermosos ruidos que salen de las tiendas, atraviesan a las gentes y les mueven los pies. Baterías marchantes, guitarras afiladas, voces escépticas que cantan de política”…
El 1 de octubre 1993 se inauguraba la versión latinoamericana de la cadena musical MTV. Fue el comienzo de una aventura musical que me llevó por toda una geografía sonora hasta entonces desconocida por mí. Un viaje que aún me tiene en marcha y del cual añoro sus comienzos.
El primer videoclip que inauguró la transmisión de la cadena estadounidense fue “Sudamerican rockers”, perteneciente a la banda de rock chilena “LOS PRISIONEROS”. Si bien para ese entonces esta banda contaba con una vasta trayectoria, para mí eran unos completos desconocidos.
Contagiada por el ritmo y las comprometidas letras de sus canciones, me incursioné a husmear qué había del otro lado de la Cordillera. Para mi grata sorpresa, me encontré con una banda de rock surgida en la década del ’80 que abarcaba estilos como el punk, new wave, electropop, etc., que marcó un antes y un después en la historia del rock chileno.
Los Prisioneros, surgidos bajo el régimen pinochetista, hablaban en nombre de una sociedad harta de vejaciones y violaciones a los derechos humanos y que reclamaba justicia social y democracia hasta quedarse afónica.
La denuncia bien explícita en sus letras, no solo hacía referencia a la polaridad que siempre caracterizó a la sociedad chilena, sino que también nos invitaba al resto de latinoamericanos, a reflexionar sobre nuestra propia identidad y nuestras elecciones políticas. En palabras de su cantante y principal compositor, Jorge González: “Sólo contamos lo que cualquiera siente. Hay gente que reclama contra la sociedad capitalista no porque se haya leído a Marx, sino porque simplemente no le alcanza la plata para comprar todo lo que la televisión le enseña que debiera tener para ser feliz”.
Desde su prisión nos regalaron majestuosas canciones como “El baile de los que sobran” (haciendo referencia a la desigualdad social vista desde la esfera educativa); “¿Por qué no se van?” (invitación al exilio a las clases pudientes de los países subdesarrollados que anhelan habitar en el Primer Mundo); “El otro extranjero” (el enemigo no es el trabajador que viene de afuera a labrarse una vida mejor, sino viene de mucho más al Norte, camuflado de empresario y para llevarse todo lo que encuentre a su paso); “Latinoamérica es un pueblo al sur de E.E.U.U” (excelente ironía sobre el encanto turístico latinoamericano y otros menesteres que nos hacen tan atractivos); “Ellos dicen no” (aludiendo a la censura mediática y al infravalorado rock cantado en español); “Muevan las industrias” (reclamo ante el desmantelamiento de la industria nacional y la llegada de capitales foráneos), etc.
Hace ya algunos años que Chile dejó de ser una dictadura y que los países de Latinoamérica gozan de cierta mejora económica en comparación con la nefasta década de los ’80. Sin embargo, la vigencia de sus canciones, hace de Los Prisioneros una banda de rock que jamás puede pasar de moda. Su legado es estructural, igual que la pobreza que nos profetizan los académicos de aquí a la eternidad.
Elecciones van, elecciones vienen. Índices que suben, estadísticas que bajan. Conferencias sobre Derechos Humanos, Pactos de Cooperación Internacional para un desarrollo sustentable. Observando nuestra fauna y escuchándolos a ellos, pareciera ser que seguimos en prisión…
Katrina Viribendi
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