28 de mayo de 2012

Piedra viva

A lo largo y ancho de la Península nos encontramos con muchísimos pueblos abandonados o en vías de desaparecer. Sus antiguos habitantes se fueron buscando un nuevo porvenir y unos nuevos tiempos, dejando tras de si la dureza y el aislamiento de estos enclaves. En muchas ocasiones, son parajes de difícil acceso que han ayudado a preservar la esencia de lo que fue, como si el tiempo se hubiera detenido esperando el regreso de los que partieron. Es el caso de uno de los Pueblos Negros emblemáticos, La Vereda, en la Sierra Norte de Guadalajara.






Se accede por una sinuosa forestal. Asomada a un precipicio, desde tiempos ancestrales, se sostiene con orgullo, desafiando a las inclemencias de la naturaleza y los vaivenes históricos y administrativos. Unos se fueron sin más remedio, con melancolía. Otros llegaron después, con vientos más propicios, con ilusión. En 1976 un pequeño grupo de arquitectos de Guadalajara y Madrid evitaron que el antiguo ICONA  (Instituto de Conservación de la Naturaleza) procediera al derribo de todos los edificios de la Vereda y de la vecina aldea de Matallana para reforestar la zona. Este grupo siguió adelante con su objetivo de preservar el pueblo en su fisionomía original  y creó la Asociación Cultural La Vereda, a la que se otorgó en concesión libre y pública el arrendamiento del pueblo para proceder a su rehabilitación y reconstrucción. De esta forma, gracias al tesón y trabajo de estas personas, La Vereda es, hoy en día, una maravillosa muestra de la arquitectura negra propia de esta zona con la pizarra negra como elemento identitario. Los hornos adosados a las fachadas y las chimeneas de pizarra volvieron a trabajar. Por el valle, se volvió a escuchar el eco de la Fragua. El agua cantarina volvió a refrescar al ganado que pace desde entonces a sus anchas.







Sin duda, la vida en estos pueblos a contracorriente sigue siendo  dura y difícil, más allá de una visión bucólica o  escapista de la vida urbanita.  Pero, en estos tiempos de usar y tirar, La Vereda es una apuesta sólida por el trabajo comunitario y  la sostenibilidad, de convivencia y respeto  con el entorno. Pero lo mejor, es visitarla y sorprenderse con su extraña belleza y localización. La Vereda, un pueblo de piedra viva.






Viridiana

4 comentarios:

  1. Oda al negro, a la arquitectura negra y a la roca viva !!!! cuánta magia desprenden estas piedras !!!

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  2. A veces se nos olvida que el ser humano es parte de la naturaleza, con todo su artifico y su maravillosa capacidad de modificar el territorio. Reforestar es también un artificio, y borrar la cultura del paisaje, una cultura sustentable por su escala y modo de ser producida, nos va dejando sin rastros de otros modos de vivir, que van siendo lentamente fagocitados por y en pos de un único sistema, hasta que ya nos sea "natural" la vida en el caos metropolitano capitalista. Celebro a los que hacen un esfuerzo para evitarlo.

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  3. Muchas gracias por vuestros comentarios, Ita y Misislú! Efectivamente, otras miradas sobre el entorno son necesarias y enriquecedoras. El pensamiento único nos aleja de lo bello, lo único, de la medida humana, de la naturaleza, en definitiva.

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