De chica solía
tener una pregunta recurrente, a la cual mis padres, en pocas ocasiones, sabían
cómo responderme. ¿Por qué hay fotos de mujeres desnudas en los talleres
mecánicos y no hay fotos de hombres desnudos en la mercería?
Las mujeres
desnudas en los talleres mecánicos me llamaban mucho la atención. “Mamá,
¿las esposas de los mecánicos no se ponen celosas porque sus maridos tengan
fotos de otras mujeres desnudas que no son ellas?”. La duda se transformaba
en persistente: ¿por qué no habían fotografías de hombres que invitaran al goce
carnal ni en la mercería ni en la perfumería?
Menos mal que
crecí en una sociedad posmoderna y liberal. Gracias que existen los test de la
Cosmopolitan, la depilación definitiva, el botox, las dietas de la Luna, el
topless y las cremas anti-celulíticas. Acaso, ¿necesitamos algo más?
Con el paso de
los años, fui obteniendo ciertas pistas. Afilando más mi vista, me di cuenta
que las fotos de mujeres desnudas no eran algo que encontraba en todos los
negocios donde reinaban los hombres, estaban sólo en algunos. En las
pinturerías no las veía, en las ferreterías tampoco, en los negocios que
arreglaban electrodomésticos, menos. Por su
parte, los colectiveros solían tener en los espejos delanteros de sus
transportes los nombres de sus novias o esposas, tal vez algún oso de peluche o
frases de amor dedicadas a ellas. ¿Acaso los colectiveros amaban y eran fieles,
y los mecánicos eran lujuriosos y polígamos?
A las fotos de
los mecánicos les añadí otro interrogante. ¿Por qué las mujeres son piropeadas
de forma grosera e invasiva cuando pasan caminando por una obra en construcción
y no pasa lo mismo cuando una mujer camina frente a un concesionario de autos o
frente a una farmacia? Siempre pasaba
lo mismo. Mujer que pasaba delante de una obra, mujer que recibía un comentario
de connotación sexual. ¿Los albañiles y mecánicos eran de la misma especie?
¿Eran unos desaforados innatos hacia el sexo y la contemplación de la carne?
Aún no lograba entenderlo.
Con 12 años me
mudé para el centro y a la lista de albañiles y mecánicos libidinosos, le
agregué la categoría de los taxistas. Mundo masculino casi desconocido por mí,
me hizo experimentar que los piropos groseros no eran algo exclusivo de los
albañiles. Los taxistas tenían un muy buen repertorio de halagos, que solía ser
más intenso cuánto más joven era la señorita en cuestión. Tras conocer a este
nuevo grupo de “testosteronados”, me formulé otra pregunta: ¿le dirían las
mismas cosas a sus hijas? ¿Miraban y piropeaban burdamente el cuerpo de sus
sobrinas, nietas, primas, etc., igual que lo hacían con aquellas púberes
que adornaban el espacio público de la ciudad?
Pasaban los
años y mientras crecía, mis planteos se iban regenerando: ¿por qué las mujeres
no piropean? ¿Por qué no tienen fotos de hombres desnudos? ¿No tienen esa
necesidad? ¿No les gusta? ¿Por qué los hombres hablan continuamente de sus
masturbaciones como algo que los enaltece y hacen de las mismas una competencia
en frecuencia e intensidad? ¿Las mujeres nos masturbamos? ¿Por qué nunca
hablamos de eso? ¿Por qué ellos utilizan pornografía y nosotras no? ¿A nosotras
sólo nos erotiza el amor? ¿Estamos condenadas a buscar príncipes que jamás
hallaremos?
Recuerdo que
siendo adolescente, en una merienda con amigas, nos pusimos a imaginar “la
primera vez”. Todas acordaban que el debut sexual debía ser con un hombre
experimentado, alguien que supiera ya los oficios del amor, que nos “guiara”.
¿Por qué el hombre debía enseñarnos? ¿Quién nos había robado el derecho a
aprender a la par? Con el tiempo,
empecé a encontrar alguna que otra respuesta.
Sospeché que la mujer de la
mercería no tenía fotos de hombres desnudos no porque no tuviera esa necesidad,
sino porque fue privada de ella. Alguna vez oí decir que el machismo lo bebe el
hombre del pecho de su madre. Bronca e impotencia sentía cuando me daba cuenta
que las mujeres nos habíamos auto-infligido tal discriminación. Desde niñas, aprendimos el rol de madres puras y castas, y cuando miramos las telenovelas
condenamos a las amantes que seducen a los hombres y los satisfacen sexualmente;
son las “malas” que los dominan a través de la cama. Esas, no son buenas
mujeres. Las buenas mujeres son las que ocultan su sexualidad.
Pese al devenir
de la historia, el escenario no cambiaba. Del mundo de los albañiles y
mecánicos, me sumergí en el planeta del “mejor no te acuestes en la primera
cita, porque no te van a tomar en serio”. Las mujeres podíamos caer en la
tentación de ser “rápidas”, de masturbarnos, de gozar del sexo, de realizarlo
con infinidad de hombres. ¡Qué peligro! Debíamos estar alertas. No podíamos ser
como ellos. Nosotras éramos más profundas y sensibles. Nosotras tenemos el
mandato natural de reproducir la especie. Ellos, eran de otra naturaleza.
Nosotras de Venus y ellos de Marte. Nosotras en la mercería y ellos con los autos.
Nosotras carentes de lujuria; ellos, el Dios que nos juzga y nos invita al
pecado.
Katrina Viribendi
Buenas,
ResponderEliminarMe encanta la pregunta de ¿Por qué hay fotos de mujeres desnudas en los talleres mecánicos y no hay fotos de hombres desnudos en la mercería? Y todo lo que comentas a partir de esa cuestión
Un besote!
Muchas gracias Alan !!! son esas preguntas que surgen en la infancia cuando uno intenta interpretar el mundo y se da cuenta que decodificarlo es una tarea demasiado ardua!! jajaja. Un abrazo!!!!!!
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