14 de noviembre de 2011

El artesano

Recuerdo las manos de mi abuelo, trabajando el esparto, convirtiendo las hebras vegetales ya inertes en expresivos objetos acompañantes de la vida cotidiana: cestas, capazos, abanicos, sombreros….

Se dedicaba a esta labor en silencio, abstraído de todo lo que acontecía a su alrededor, aunque sus manos nos hablaban con movimientos ágiles, anticipaban el siguiente movimiento, sorprendían con un giro inesperado.

Todavía hoy, después de que se despidiera con una sonrisa, ya hace más de diez años, atesoro algunas de sus cestas, pequeñas, pero de una belleza desnuda y entrañable. En todas las casas que he transitado, les he encontrado su sitio, seguramente más por la certeza de esa compañía, de esa voz callada, que por una cualidad estética afín a mi entorno doméstico.

Sobre mi mesita de noche, apilado junto con muchos otros libros, está El Artesano, del sociólogo Richard Sennett. Me gusta como conceptualiza la actividad artesana: “designa un impulso humano duradero y básico, el deseo de realizar bien una tarea, sin más”. Cuando Sennett habla de artesanía no sólo se refiere a antiguas formas de hacer y producir, a antiguos oficios, sino, de manera amplia, a la habilidad de hacer bien las cosas. Es decir, disfrutar de lo que se está haciendo; encontrar un sentido a la actividad en si misma, más allá de unos resultados o rentabilidad.

De un tiempo a esta parte, he recuperado ese placer. He encontrado “mi taller”: un espacio de silencio, de manos pensantes, que se dejan llevar por su creatividad, por su propio lenguaje. Muchas veces observo a est@s artesan@s discurrir en sus ideas y plasmar sus anhelos en formas divergentes. Y vuelvo a mi tarea, a mi idea, con tranquilidad.

Richard Sennett, defiende en el Artesano que hacer es pensar. Completamente de acuerdo, y añado, de pensarse y pensarnos. Desde luego, una actitud a contracorriente y difícil, la del/la artesan@: Enfrentarse a las demandas y exigencias del sistema socioeconómico, actualmente en vilo, desde el saber hacer compartido, desde el reencuentro con el placer de construir.


Viridiana






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