26 de diciembre de 2011

Gracias por el fuego

Se queman los minutos. Empieza la cuenta atrás del 2011. ¿Cómo detener las agujas del reloj? María piensa en como le pasan los años y siente un opresión en el pecho. En su mente, la imagen de cuando cumplió treinta y tantos. Ahora, una imagen apagada en un escaparate le devuelve a la realidad. Empuja su carrito de correos con lentitud, con la mano derecha. En su mano izquierda, un cigarrillo, uno de los cinco cigarrillos que se fuma cada mañana. Es su ritual.

Se queman los minutos, y la jornada transcurre lenta, organizada, predecible. En el portal de la calle Alevosía número 75 se encuentra con Carmen, la portera, su pitillo sin encender entre los dedos. Se detiene a charlar con ella, como cada mañana, y fumarse su cuarto cigarrillo, en compañía. Carmen le cuenta que le quedan ya pocos años para jubilarse y que no ve el momento, cada vez más cuesta arriba el edificio, sus dos escaleras, ahora han puesto ascensor, cada inquilino, hijo de su padre y de su madre. Coloca las cartas, las postales en los buzones y continúa su camino. El día parece no acabar nunca.

 "SOL" POR WILLIAM BLAKE
Cuentan que Prometeo robó el fuego a los dioses y se lo dio a los hombres. El que lo ha poseído en su interior sabe de lo que hablo. Como  si fuéramos Hermes, con sus pies alados, nos hace levitar por encima de la realidad y sobreponernos a su asperezas y encontronazos. Es el entusiasmo, un elixir que transmuta la vida en un camino prometedor. A veces, no obstante, no lo tenemos, se ha apagado o está descreído. Quizás confiemos en que algo o alguien pueda prenderlo para poder seguir ese camino, quizás olvidemos que la chispa que reavivará el rescoldo está dentro de nosotros, ese regalo milenario.

María se detiene en la plaza de la Luna, su último pitillo. El encendedor no funciona. Suspira. A su lado pasa una mujer de su edad, parece alegre, como si hablara consigo misma. La mujer la mira con expresión divertida. María le acerca el cigarrillo y le pregunta: ¿Tienes fuego?


Viridiana

19 de diciembre de 2011

Pesadilla antes de Navidad


Se acerca el día compañeros. De hecho, ya estamos metidos en pleno espíritu navideño. Id haciendo gárgaras porque el sábado toca comer polvorones hasta reventar. Son días de amor sí, pero amor al consumismo compulsivo. De ir a la caza del mejor regalo para primos, padres, cuñados, suegras. Y eso no es fácil, lo sé. Se necesita mínimo dos meses de entrenamiento en el gimnasio para poder soportar las colas infinitas, para poder sortear a la gente por las callejuelas del centro de las ciudades, para poder aguantarte las ganas de empujar a la señora mayor (vulgarmente: vieja con rulos permanentados) que pretende colarse en el Corte Inglés.

Pero no todo va a ser negativo en estas fechas. Nos quedan las cenas, comidas y vuelta a comer con la familia, los amigos y los compañeros de trabajo. Acabar doblados de tanto marisco y cordero. Comprad Almax en la farmacia. Y, ¿qué me decís del momento zambomba y villancicos? ¿Se os ocurre algo más entrañable? Ese instante en que tu cuñada, peinada para la ocasión con un lazo dorado enorme en el moño, te agarra con fuerza mientras jura que el lazo es de la colección de invierno de Versace. Tú  sabes que miente porque lo has visto en el escaparate del chino de la esquina, pero da igual, ella  te agarra como si le fuera la vida en ello y te anima para entonar el  Fum, Fum, Fum, hacia Belén va una burra rín rín, yo me remendaba, yo me remendé. ¡Maravilloso!

No ha lugar a discutir sobre las drogas que tomaron los autores de las letras de los villancicos, sólo hay que dedicarse a cantar y cantar. Pero si queréis ir para nota, un consejo: comprad una botella de anís del mono y ensayad ritmillos pintorescos con una cucharilla de café, ¡qué bonito esto de la Navidad!! ¡Se me saltan las lágrimas de pensarlo!

Luego están las familias modernas que cambiaron las jotas, versos y demás coplillas populares tan propias de mi casa en estas fechas, por el karaoke de la play station. Ahora en vez de discutir por temas de tierras o Urdangarín o herencias o el vestido de la cuñada a conjunto con el lazo, las familias se pelean por coger el micro y cantar la canción de Raphael “Hoy puede ser mi gran noche”.  

En fin, un poco de seriedad por favor, al fin y al cabo, estos días los inventaron para el  recogimiento religioso. Con tanto jolgorio lúdico, nos hemos salido del redil y  hemos olvidado que el principal motivo de tanta celebración es  el catolicismo y sus fechas sagradas del calendario. La liturgia de una religión cada vez más licuada  pero muy presente e incluso aún beligerante en muchos países del mundo. Por eso, para estos días, os invito a ver una película. No es Ben-Hur, ni Moisés, ni la vida bíblica de Jesucristo, que también tienen su gracia, no digo que no. Mi película se llama INCENDIES.

Es un filme canadiense de 2010, cuyo director, Denis Villeneuve, pretende retratar de manera excelente pero muy particular el conflicto entre pueblos y la crueldad infinita a la que conduce el fanatismo religioso y la fe ciega en las ideas. Es la historia de dos gemelos que tras la muerte de su madre tienen que cumplir su última voluntad. Para ello tendrán que  viajar a algún lugar de Oriente Medio y descubrir su verdadera historia, un pasado marcado por el odio y la guerra.

Espero que el cine contribuya a enseñarnos que ni los fanatismos, ni demás -ismos son salida para conseguir el amor que predicamos en estas fechas. El amor y la paz se consiguen con tolerancia y sin egoísmos, hermanos, comprendiendo más los problemas del prójimo y de los pueblos del mundo. Amen. Pero, cómo no, también disfrutando de las veladas con familias y amigos aunque se pongan lazos dorados en el moño y desafinen con Raphael.

¡¡Que para el 2012 sigamos cantando villancicos y hagamos de este mundo un lugar un poco menos ciego y algo más justo. FUM, FUM, FUM!!

Ultramarinos Bodeler

12 de diciembre de 2011

3 Emilys, 1 Brontë. O cómo imaginar a Emily Brontë en 3 pinceladas...

Ella habitaba en Gondal, su país imaginario. Cada tarde junto a su hermana Anne, viajaba hacia la isla del Pacífico Sur para crear nuevas historias y soñar con otra vida, lejos de todo el sufrimiento que las rodeaba de muerte y enfermedad. En Gondal, las pérdidas y el dolor no pesaban tanto. Allí, reinaban los héroes, los soldados de madera, las aventuras y la fantasía. Esa que escaseaba en su colegio pupilo, esa que pudo conocer solo a través de su imaginación. Todo lo que Emily callaba, cobraba vida en Gondal. Todo lo que ella se negaba a comer, alimentaba de sobras a su mundo interior. Con Anne, jugaban y reían lejos de los castigos  y las culpas. Ambas eran dueñas de algo que nadie les podía quitar: la ilusión. En Gondal, Emily se había permitido ser felíz.Allí nada ni nadie podría hacerla llorar.
 

Ella habitaba en Gondal, su país imaginario. Silenciosa y oculta, se dedicaba a retratar un mundo que para muchos, resultaba imperceptible. Emily y sus huelgas de hambre, manifestaban algo más que su relación con la comida: la oralidad que no florecía, era el combustible necesario para escribir. Aislada geográfica y emocionalmente, tuvo la sensibilidad suficiente para describir al amor y sus contradicciones, a pesar de no haberlo podido experimentar a viva piel. Su corta vida estuvo marcada por el dolor, las pérdidas y el miedo. Ella pensó inocentemente, que cuando le tocara dormir, lo haría sin identidad…

Ella habitaba en Gondal, su país imaginario. Cada día, junto a su hermana Anne, se las ingeniaba para recrear una nueva aventura, plagada de héroes y leyendas. A Emily no le alcanzaban las hojas para escribir todo lo que su poderosa mente imaginaba. Las horas se le hacían demasiado cortas, y su deseo de soñar con mundos nuevos, inacabable. Los páramos que rodeaban su casa, también existían en Gondal.Pese a su áspera apariencia, Emily veía en ellos seres cargados de magia y vitalidad. Los páramos eran tan acogedores como su país inventado. En Gondal, ella no solo era felíz, era la protagonista de su propia historia. Esa que la vida real no le dejó ser, esa que la escuela imprimió de castigos y maltratos, esa que las enfermedades familiares tiñeron con dolor. Pero Gondal, estaba muy lejos de todo eso, y por ello, Emily lo había elegido como su lugar, su país.

Laurencia Melancolía

6 de diciembre de 2011

Yo confieso

Yo confieso que no entiendo nada. Desayunarse cada día con una retahíla de noticias socioeconómicas tan sangrantes me sume en grises pensamientos y cavilaciones, me hace sentir una pesada incertidumbre.  Para qué mirar al cielo y ver que tiempo se barrunta como hacían nuestros mayores, nuestros ancestros, me pregunto. En esta aciaga actualidad parece inevitable mirar hacia lo que los mercados financieros (amalgama abstracta donde las haya) y sus vaivenes reflejen, pero te sorprendes mirando una brújula inservible, pérdida en un bosque que no deja ver el sol. La lucha por la supervivencia del hombre en frente de una dura naturaleza ha devenido una pugna con su propia ambición desbocada, sin dirección conocida. Antes corríamos delante del depredador, ahora nuestros leones son otros. ¿Hacía dónde podemos correr, cómo ponernos a salvo de nuestras propias contradicciones?

El cine se convierte en estos tiempos deslucidos en una especie de catarsis chamánica. Quizás no es una cura pero me alivia del desencanto y el tedio, me acompaña en esta travesía. A modo de medicina, me llevo impresiones, ideas, imágenes que me ayudan a componer una foto dinámica de lo que está pasando. Y comprender siempre calma. Inside job y Margin Call me han ayudado a comprender algo más la crisis sistémica que vivimos.

Inside Job (Charles Ferguson, 2010), es un muy interesante documental (premiado con el óscar) que  analiza la crisis de las hipotecas basura, desde diferentes perspectivas, poniendo el foco no sólo en los tiburones financieros, sino también en los gobiernos que han permitido  la desregulación del sistema financiero y los economistas que han avalado y bendecido las medidas neoliberales.

Sin duda, el director consigue con incisivas pinceladas de realidad descarnada (poniendo contra la pared a más de un entrevistado ante su propio cinismo) que salgas del cine poniéndole cara a esa abstracción del “mercado financiero”.


Por otro lado,  Margin call (J.C. Chandor, 2010) es una ópera prima que tiene como una de sus principales bazas un plantel de actores soberbio (entre ellos, Kevin Spacey, Jeremy Irons y Stanley Tucci).
Se trata de un thriller que, desde la ficción, recrea los momentos previos al derrumbe de Wall Street. Y lo hace desde el lado de los financieros, retratando  las 24 horas previas al inicio de la crisis financiera en 2008, contextualizando la acción en un  banco de inversión y la toma de decisiones que llevan a cabo los protagonistas para resolver su encrucijada profesional y personal.

Inside Job y Margin Call, dos propuestas  complementarias sobre una realidad con muchas aristas.  Dos caras de la misma moneda, girando en el aire, esperando su suerte.

El cartel de Margin call reza:”Alguien tendrá que pagar”. Sin duda, estamos pagando una gran mayoría un sinsentido, pero como siempre, y en eso las cosas no han cambiado tanto, el más débil es siempre el que quedará fuera del juego, cualquiera de nosotros. Y en esto, tenemos algo que decir, no podemos echar pelotas fuera.  

Viridiana
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