3 de enero de 2012

AUTORETRATO

Me dicen Mimí. Nací hace 24 años en un pueblo costero de un país venido a menos; aunque no sé si alguna vez, fue a más. Provengo de una familia de comerciantes, tercera generación de panaderos y me dedico a la elaboración de pasteles en el negocio familiar.
Me encanta el color rojo porque a través de él expreso mi pasión por la vida y mi total entrega al amor; su intensidad denota  mi valentía y mi vulnerabilidad.
Según comenta mi abuela cada vez que la visito, tengo un parecido muy marcado con una prima segunda de mi padre. No sé si es por la lejanía y la nostalgia que ésta le provoca, pero no hay vez que vaya a visitarla y mi abuela no me lo diga. Yo por mi parte, me alegro de no haber heredado el don de la reiteración que ella tan bien ejerce.
Cada mañana, recostada sobre mi cama, miro a través de la ventana y observo detenidamente el árbol que tiene mi vecina Melania en su jardín. Es un naranjo. De niña, jugaba con sus frutos caídos e ideaba recetas mágicas, pero la acidez de sus naranjas, hacía que mis inventos resultaran poco placenteros para el paladar de mis agasajados.
Me gusta mirar al naranjo porque tiene mi misma edad, y observándolo, me doy cuenta de cuánto ha crecido y también, cuánto ha perdido. Él me mira también.
Me divierte maquillarme y usar sombreros. A pesar de la crítica de mi madre y sus constantes cuestionamientos acerca de por qué quiero ocultar mis bonitos ojos con “un antifaz recreado en base a sombras y polvos pigmentados”; yo utilizo el maquillaje para jugar con mi mirada. A través de los colores, veo cosas distintas, amplío mi lente personal y me siento más perceptiva para captar la diversidad que me rodea. No sé si esta idea será también compartida por la cosmetóloga que cada mes viene al pueblo y me vende esas maravillosas pinturas, pero yo prefiero pensar que el maquillaje es un buen recurso para afinar mi vista, para delinear mi búsqueda de aventuras.
Soy Mimí y siempre me sentí Mimí. El naranjo volverá a florecer en unos meses. Yo prefiero pensar que aún no florecí.

Eneka Etxea

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