21 de octubre de 2013

Las segundas partes, también fueron buenas.


Cuando una banda de rock que nos gusta se desintegra, la esperanza de la reunificación se torna vital, más allá que la pena existencial aún no vislumbra la inmortalidad de su música. El crudo final es indigerible y el anhelo por reconciliaciones que de momento resultan improbables, se vuelve imperante. Con el tiempo éste se apaga, para por instantes renacer ante la lectura de rumores mediáticos que anuncian la llegada del ave fénix. La espera pasa de ansiosa a asfixiante y cuando incómodamente nos dejamos ganar por la desilusión, la vuelta revoluciona nuestros sentidos. Llegó la segunda parte.
Primeramente, es recibida con entusiasmo y alegría. Pero son varios los casos, en los cuales los cambios no resultan del todo bienvenidos. El arte claramente se transformó y cuesta adaptar nuestro oído y emociones a estas exploraciones que los artistas aluden para subsistir.  


He de confesar que hubo segundas partes decepcionantes y tremendamente angustiosas. Pero, si hay algo que 202-Doscientosdos gentilmente me obsequió, es la posibilidad de volver a creer.
Iniciados como Santos Inocentes allá a mediados de la década de los ’90, esta espectacular banda de rock “industrial” (pongámosle) liderada por los hermanos Cariola (en voz, guitarra y composición) se detuvo por unos instantes eternizantes hasta mudar de piel bajo el nombre de “202- Doscientosdos” en la segunda mitad de la primera década del renovado siglo. De su antiguo transcurrir, dejaron dos sublimes álbums llamados “Emporio Bizarro” (1998) y “Megatón” (2000), los cuales electrifican emociones y escurren la psiquis hasta niveles inmensurables. Letras polisémicas que abren sendas y bifurcan caminos. Poesía en estado puro. Prosa sentida y culta: ignorantes, abstenerse.
El 2013 lo estrenan con “Mastertape”, su segundo disco bajo el rótulo de 202. Este discazo que presentaron el 20/09/13 en The Roxy de Buenos Aires, resume fielmente la esencia de su rock: enérgico, vigoroso, apasionante, estimulante, potente, provocador y con alguna buena dosis de lujuria. Escucharlo se convierte en algo sanamente adictivo. Recomendable en cada uno de sus ítems. Canciones como “Apenas”, “Mi memoria”, “Sexo Suicida”, “Colapsando” o “Enciende la noche” (su principal corte de difusión) hacen de su música un sujeto de culto. Es que en su arte reina la subjetividad, tan rica a la hora de tejer melodías y perpetuar sonidos. Deleitable de principio a fin.


Para aquellos que habitan lejanas latitudes geográficamente distanciadas del Cono Sur, les recomiendo que hagan un buen uso de las redes sociales para interiorizarse con las producciones de esta genial banda compuesta por  Rha Cariola (voz), Osko Cariola (guitarra y programación), Cristian Lapolla (bajo) y Emmanuel Cauvet (batería percusión).
Mientras, los que tenemos el privilegio de merodear por sus lares, esperamos deseosos la realización de un próximo show en vivo, que nos permita recrear la magia que se desencadena en nuestra osamenta cada vez que sus acordes cobran vida. Ya lo dijeron ellos: mi materia, es ansiedad.





Medea Paracas



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