Cuando
una banda de rock que nos gusta se desintegra, la esperanza de la reunificación
se torna vital, más allá que la pena existencial aún no vislumbra la inmortalidad
de su música. El crudo final es indigerible y el anhelo por reconciliaciones
que de momento resultan improbables, se vuelve imperante. Con el tiempo éste se
apaga, para por instantes renacer ante la lectura de rumores mediáticos que
anuncian la llegada del ave fénix. La espera pasa de ansiosa a asfixiante y
cuando incómodamente nos dejamos ganar por la desilusión, la vuelta revoluciona
nuestros sentidos. Llegó la segunda parte.
Primeramente,
es recibida con entusiasmo y alegría. Pero son varios los casos, en los cuales los
cambios no resultan del todo bienvenidos. El arte claramente se transformó y cuesta
adaptar nuestro oído y emociones a estas exploraciones que los artistas aluden
para subsistir.
He de
confesar que hubo segundas partes decepcionantes y tremendamente angustiosas.
Pero, si hay algo que 202-Doscientosdos gentilmente
me obsequió, es la posibilidad de volver a creer.
Iniciados
como Santos Inocentes allá a
mediados de la década de los ’90, esta espectacular banda de rock “industrial”
(pongámosle) liderada por los hermanos Cariola (en voz, guitarra y composición)
se detuvo por unos instantes eternizantes hasta mudar de piel bajo el nombre de
“202- Doscientosdos” en la segunda
mitad de la primera década del renovado siglo. De su antiguo transcurrir,
dejaron dos sublimes álbums llamados “Emporio
Bizarro” (1998) y “Megatón”
(2000), los cuales electrifican emociones y escurren la psiquis hasta niveles
inmensurables. Letras polisémicas que abren sendas y bifurcan caminos. Poesía en estado puro. Prosa sentida y culta: ignorantes, abstenerse.
El
2013 lo estrenan con “Mastertape”, su
segundo disco bajo el rótulo de 202.
Este discazo que presentaron el 20/09/13 en The Roxy de Buenos Aires, resume
fielmente la esencia de su rock: enérgico, vigoroso, apasionante, estimulante,
potente, provocador y con alguna buena dosis de lujuria. Escucharlo se
convierte en algo sanamente adictivo. Recomendable en cada uno de sus ítems. Canciones
como “Apenas”, “Mi memoria”, “Sexo Suicida”, “Colapsando” o “Enciende la noche”
(su principal corte de difusión) hacen de su música un sujeto de culto. Es que
en su arte reina la subjetividad, tan rica a la hora de tejer melodías y
perpetuar sonidos. Deleitable de principio a fin.
Para
aquellos que habitan lejanas latitudes geográficamente distanciadas del Cono Sur,
les recomiendo que hagan un buen uso de las redes sociales para interiorizarse
con las producciones de esta genial banda compuesta por Rha Cariola (voz), Osko Cariola (guitarra y programación), Cristian Lapolla (bajo) y Emmanuel Cauvet (batería percusión).
Mientras,
los que tenemos el privilegio de merodear por sus lares, esperamos deseosos la
realización de un próximo show en vivo, que nos permita recrear la magia que se
desencadena en nuestra osamenta cada vez que sus acordes cobran vida. Ya lo
dijeron ellos: mi materia, es ansiedad.
Medea Paracas
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