Alejo Carpentier, escritor
cubano, 1904-1980.
Gran idealista si los hubo.
Allí, encerrado en su celda, Alejo se preguntó sobre el reino de este mundo.
¿Dónde los Hombres pueden encontrar su grandeza? ¿En qué lugar permanece
oculta? En la cárcel, había muchas de las miserias humanas que de niño observó.
Él, se había propuesto develar las raíces de una tierra que lo fascinaba y lo
confundía a la vez. Sentía el irrefrenable deseo de describir aquella América
Latina donde la realidad sufría de una endémica alteración. En búsqueda de
nuevas texturas, él y sus personajes se dispusieron a marchar sobre los
senderos de lo inexplicable.
Enrique Anderson Imbert,
escritor argentino, 1910-2000.
Dicen que su propia locura muy
pocas veces jugó al ajedrez. Aunque también dicen que no fue profeta en su
tierra. Lo que sí es cierto, es que Enrique tenía una imaginación frondosa y
una vasta cultura. Fueron ellas las que le permitieron crear mentiras y
mentirosos. Con ellas, se animó a librar una batalla entre la emoción y el
intelecto, otorgándole el triunfo a una irracionalidad para nada cauta. Enrique
bien sabía que la razón no resolvía nada, y en sus cuentos policiales, ante la
carencia de soluciones lógicas, le dio el protagonismo a la magia.
Luciano Saracino, escritor
argentino de historietas y libros infantojuveniles, 1978-.
Luciano tenía una pregunta
bastante trascendental: ¿a dónde van a parar los recuerdos cuando los
olvidamos? Ingeniosamente, se dio cuenta que necesitaba rescatar sus
historias del poderoso olvido. Él sabía cómo arrebatárselas. Muchas de ellas,
habían nacido de las meriendas de la infancia disfrutadas con amigos. Esos
mágicos momentos, donde se reía de los monstruos y la amistad se sentía más
pura. En búsqueda de sus propios recuerdos, se fue surcando los mares de la
escritura, convirtiéndose en un experto conjugador de palabras y fantasías.
Emily Gravett, escritora
infantil inglesa, 1972-.
Para Emily, los animales cobran
vida. Y por ello, en sus libros hay detalles divertidos y dibujos atrapantes
con escala propia. En su temprana juventud, esta nómade y aventurera anduvo por
la carretera de la vida, lo cual la llenó de infinidad de recuerdos y unas
lindas rastas en su cabeza. Aquellos años precarios y hippies hicieron de esta
“holgazana”, una astuta escritora. Un día quiso explicarle a su hija cómo era
la vida. Y fue así entonces, cuando comenzó a escribir y dibujar. Conejos,
lobos, osos. Todas aquellas existencias paralelas que no transitan rutas
convencionales…como ella.
Laurencia Melancolía
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