Hoy volamos hasta el Lago Titicaca, el lago
navegable más alto del mundo. Hemos volado muy lejos pues estamos en el corazón
de la cordillera de los Andes, en un lago de 8562 Km. cuadrados, entre Perú y
Bolivia, una zona de increíble belleza.
Allí
han vivido desde tiempos ancestrales tres etnias distintas: los Quechua, los
Aymara y los Urus. Los tres pueblos ligados estrechamente a la vida del lago,
pues de él se alimentan pescando en sus aguas.
Los
Urus, huyeron de tierra firme a causa de conflictos continuos con otros pueblos
y se fabricaron islas de totora para su supervivencia. La totora es un
junco autóctono que crece en las aguas del lago con ella no sólo hacen el suelo
por el que pisan sino también sus casa, sus barcos, la usan también para
alimentarse y como medicina.
Actualmente en el Titicaca hay un alto grado de
contaminación de las aguas que ha provocado la disminución de la pesca y
han afectado a la totora. Esto, agravado por la grave pobreza de la población y
la escasez de lluvia, hace que peligre el futuro de estos pueblos milenarios.
Manos a la obra, la Fundación We Are The Water y Educación Sin Fronteras han iniciado un proyecto esperanzador y están realizando un gran trabajo para “la recuperación de la cultura ancestral autóctona en lo referente a la gestión y el uso del agua, basada en la utilización sostenible de los recursos”.
Uno de los pilares fundamentales de su labor es
introducir la enseñanza del uso responsable del agua y las antiquísimas
técnicas de sostenibilidad ambiental de los aymaras y los uru, en las
escuelas. Así los niños, desde bien pequeños, son conocedores de las
técnicas de protección de la naturaleza y de los sistemas ancestrales de
cultivo que utilizaron sus antepasados para los que era esencial el cuidado de
su fuente de sustento.
Iniciativas como esta aseguran el futuro del Lago
Titicaca y de sus pobladores. A nosotros, sin embargo, también nos
permite soñar en que siempre podremos volver volando hasta allí.
Fotos y texto:
Ultramarinos Bodeler
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