Desde la lejana y siempre memorable infancia que el baile ha sido para mí algo más que mover el cuerpo al son de un ritmo. Sin formación profesional a cuestas y muy selectiva en los géneros que estremecen mi anatomía, podría decir que el baile se llevó unos cuántos trofeos en expresión corporal si de expulsar emociones se trata.
Hay
melodías con las cuales, sin lugar a dudas, es imposible mantener el cuerpo
quieto y bandas que nos hacen levitar por todas las capas que tiene la
atmósfera. Una de ellas es indiscutidamente la formación británica de pop
electrónico popularmente conocida como PET
SHOP BOYS.
Escucharlos
y bailarlos es iniciar un viaje por un degradé emocional que permite en cada
estrofa exaltar la inconsciencia hasta límites pocas veces transitados.
Composiciones sólidas, profundas y sumamente vívidas, hacen de la banda un
referente mundial en los primeros puestos del pop bailable. Y es que bailar no
tiene que asociarse inmediatamente con algo comercial y frívolo como una postal
de publicidad de alguna bebida espirituosa con discoteca de moda de fondo y modelos siliconadas ensayando pautados pasos en el escenario principal. Ni
tampoco con algo banal y tonto, relegado solo para mentes pequeñas que sienten
la música en función de la movilidad que provoca.
El
baile es tan fundamental y primigenio en los eslabones de nuestra esencia
humana que trasciende toda división social y elitista que queramos imponerle.
Es por ello que, dejando de lado los estereotipos y haciendo caso omiso a las
burlas envidiosas, bienvenid@s sean aquellos aventurad@s que ante el primer son
se atrevan a poner a prueba a su sistema nervioso central.
No
hay excusas válidas ni fundamentos lógicos sostenibles en el tiempo. La música
de los Pet Shop Boys es bailable en tu oficina, en tu living, en tu ducha, mientras
cocinás, cuando vas en el auto o cuando te convertís en la payas@ de la fiesta
en alguna celebración con amigos (a pesar de no tener altas dosis de alcohol
encima). En un camino de apertura emocional como el que ellos provocan, todos
los escenarios son posibles y todas las vergüenzas, repensables.
Así
que aquí les dejo una muy buena selección de temas para agitar el cuerpo,
exhalar miedos, regurgitar angustias, inquietar placeres y sonreír con los ojos
cerrados…
Laurencia Melancolía
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