4 de noviembre de 2013

Pelo malo


Pelo malo, dirigida por la venezolana Mariana Rondón y protagonizada por el niño Samuel Lange Zambrano, se alzó en este pasado mes de septiembre con la Concha de Oro en la categoría de Mejor Película en la 61 Edición del Festival de San Sebastián 2013.
Una historia hilvanada de retazos de crudo realismo y sensibilidad; de emociones encontradas; de miedos y futuros inciertos. Una historia envuelta en una ciudad que huele a  ácida precariedad, a porvenires lastrados, a arbitrarios designios. Metafóricas imágenes de edificios-colmena, donde la vida y el juego se hacen paso aún en su aglomeración y grises esqueletos de cemento.

 
Junior, el protagonista, tiene 9 años y el “pelo malo”. Su mayor preocupación es alisar su ensortijada y oscura melena y, de esta forma, conseguir verse como un cantante pop de moda, verse bello, conseguir que su madre le quiera. No obstante, esta inquietud del chico, así como su forma de ser y sensibilidad, no es aceptada por su madre, Marta, lo que conlleva un permanente conflicto y un rechazo cada vez mayor por parte de ella.
La mirada de Junior, inocente y vital, nos muestra la crudeza de la búsqueda de la propia identidad en un entorno decadente, homófobo, donde la ignorancia y el miedo parecen ganar la batalla a las luces de la tolerancia y el respeto. No es difícil hacerse cómplice de Junior durante la película, hacer tuyos sus anhelos y sus tristezas. Asimismo,  la historia no nos enfrenta al personaje de la madre, perfilada con compasión, más allá de la "madrastra del cuento", como una superviviente en el caos de la Caracas actual, de las circustancias con las que le toca lidiar.
 
Un retrato, de aparente sencillez,  muy necesario para comprender el dolor y la desesperanza, el lastre de la opresión de las diferencias. Unos personajes creíbles. Un conflicto universal, la aceptación de tal y como somos.
 
Viridiana

 

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