2 de abril de 2015

Las partículas elementales

Eva va caminando por la sinuosa carretera,  dejando el pueblo a sus espaldas. Sierra Nevada es una imagen constante. Sulayr, recostada como una ballena varada sobre la Sierras de la Contraviesa y la Alpujarra. El lomo blanco  durante casi todo el año, incluso en los calurosos veranos, coronando el azul imposible del gran titán. Los pueblos blancos, las chimeneas cónicas, los tinaos, los almendros e higueras en bancales: todo un manto bordado, seco y áspero, anhelante del agua cantarina de las acequias.

Anochece y el firmamento se ilumina. Eva se sienta sobre una piedra, a un lado de la carretera. Contempla como los contornos de las montañas se van difuminando hasta desvanecerse como si nunca hubieran existido. Toda la sierra en la más completa oscuridad. Sólo los pueblos, como aldeas  de luciérnagas repartidas aquí y allá, acompañan desde la tierra la sinfonía estelar. ¿Aquella estrella que brilla tanto no será realmente Marte? Se pregunta. Mira detenidamente la Vía Láctea, surcando este oceáno estrellado. ¡Que minúscula se siente! La piel se le eriza, se pone la chaqueta que lleva atada a la cintura, incapaz de moverse de allí.  Hace poco que ha visto la Teoría del todo, la película sobre la vida del gran físico y divulgador Stephen Hawking y su búsqueda incesante de una ecuación unificadora que explique el inicio del Universo. ¿De dónde venimos? La pregunta formulada eternamente. La respuesta esquiva desde los albores de los tiempos. Envuelta en este magno manto celeste se queda pensativa.  Por un lado,  El Big Bang y los agujeros negros. Por otro,  la extraña pareja formada por la Física Cuántica y la  Ley de la Relatividad General que volvió loco a Einstein:”Dios no juega a los dados con el Universo” sentenció. Cuando la física tradicional había definido leyes universales que parecían delimitar con precisión nuestra realidad objetiva, la física cuántica  vino a aportar una aproximación más compleja, necesaria para explicar el comportamiento azaroso de las partículas elementales, los más pequeños e indivisibles elementos de la naturaleza. A  Eva le han explicado que la física cuántica aporta una predicción del comportamiento de estas partículas invisibles pero no certezas. Qué poco  sabemos  sobre el Universo, suspira, con la mirada fija en uno de los astros parpadeantes. ¿Cómo es posible que cualquiera de las partículas lleve en sí todos sus posibles valores físicos al mismo tiempo en superposición? Su cara es de incredulidad. Le contaron el experimento del “Gato de Schrödinder” para ilustrar esta paradoja. Erwin Schrödinder, pionero de la teoría cuántica, lo explicaba así: El gato está vivo o muerto en función de un evento aleatorio y, por tanto, puede describirse en ambos estados a la vez. El gato está vivo y muerto a la vez, esto dice la visión cuántica de la realidad pero a ella le resulta incomprensible.

Eva sigue sentada en su piedra. Apenas han pasado un par de personas y un coche en lo que va de noche. De repente, se acuerda de lo que alguna vez contó su abuela  al calor de la lumbre. Una de esas historias que le gustaba oír pero que le daban respeto. Cuando su abuela era muy joven un primo suyo fue a cortejar a una chica al cortijo donde ésta vivía. De camino a casa se le hizo de noche y se sentó en una gran piedra a fumarse un pitillo. El camino era solitario y no esperaba encontrarse con nadie a esas horas. De repente un escalofrío recorrió su cabeza y espalda, otro cigarrillo encendido alertaba de una presencia. Se levantó presto y prosiguió su camino sin mediar palabra ni mirar atrás. Jamás entendió qué había sucedido, nadie había cuando se sentó, juraba y perjuraba cada vez que lo contaba.  Eva nunca ha dado mucho crédito a estas historias pero piensa  que quizás la física cuántica podrá algún día encontrar una respuesta a estos misterios y leyendas populares. Se ríe ante tal ocurrencia pero ¿acaso no dicen que un átomo puede estar en dos lugares a la vez y teletransportarse?.  Vuelve hacia el pueblo, es hora de dormir. Cerraré los ojos y todo este  gran misterio permanecerá, se dice. Las partículas elementales en danza, una partitura desconocida.

Viridiana




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