El
momento está cerca ya, está con dosis altas de morfina. Yo también quiero morfina.
No quiero sentir tu muerte. No quiero enterarme por un mensaje de whatsapp que
te vas. Me rebelo ante tu inmediata y
presunta partida.
Yo también
quiero que me den un poquito de eso. A cambio, les doy unos cuantos suspiros,
exhalaciones y órganos sanos. Células poco contaminadas, sangre con algo de
colesterol, pero con leucocitos guerreros, de esos que batallan hasta las
últimas.
No
quiero que te vayas. ¿Está mal pedir,
suplicar eso? No quiero dejar de hablar con vos. Me niego rotundamente a no
volver a apalancarnos los domingos en el sillón de tu living, enfundadas en
nuestros cómodos pijamas a prueba de depresión. Quiero que sigamos viendo pelis
juntas, que suframos por historias de amor que no existen. Quiero que sigamos
yendo al Frankfurt del carrer del Mar, que me cuentes tus chistes verdes, que
me prepares los macarrones con boloñesa.

Quiero morfina para mí y para vos. No le vamos a
permitir ni a Dios ni a la teoría del Big Bang que te saque del universo. No le
voy a dejar a ese puto cáncer otra oportunidad para que destroce tus defensas
físicas ni mis defensas emocionales.
Nos
vamos a emborrachar con morfina. Vas a dejar ese hospital y nos vamos a ir a la
mierda. ¿Sabés por qué? Porque la muerte no dignifica, llanamente nos agota la existencia.
Y yo no quiero que dejes de existir.
Itsamá