Solía
asomarme a media mañana cuando el sol aún estaba a unos cuantos pasos de su
cenit, para que no me impidiera ver sus sombras. Pero, costaba verlas. No sé si
eran esos gigantescos kilómetros que nos distanciaban o era el cansancio de mi
vista, que de tanto aguardarlas, iba perdiendo nitidez.
A
media tarde, repetía el ritual. Me sentaba allí, aguardándolas. Algún que otro
eco, el recuerdo fugaz de las risas compartidas, una brisa que acariciaba mis
cabellos, los aromas a especias y oliva, me hacían creer que estaban cerca, muy
cerca de mí. Entonces, extendía mi mano, la abría de par en par, esperando
abrazarlas, contenerlas, fundirme con ellas. Pero, la luz comenzaba a escasear
y el vacío se tornaba palpable.
Hacía
tiempo ya que no las veía, sin embargo, mi mente se las ingeniaba
constantemente para recrearlas una y otra vez. Estaban allí, donde las había
dejado y donde ellas me habían dejado a mí. Añoraba sus andares, sus decires y
sus pensares. Todo aquello compartido y aventurado, que por un buen rato se
reveló infinito, a pesar que tiempo después, crudamente conocí su finitud.
A
media madrugada, me volvía a asomar. Por si acaso, nomás. Allá en Finisterre
era de día y tal vez, se habían animado a emprender el viaje. Debía ser precavida.
Una emoción semejante podía terminar de quebrar mi machacado corazón. Así que,
jamás bajaba la guardia. Estaba atenta a cada movimiento, a cada sonido que
viajaba entre un lado y otro de aquel atlántico mar. Solo era cuestión de
esperarlas. O ellas, a mí.
Dedicado
con demencial cariño a S. L. y A.
Laurencia Melancolía
Que impaciencia por ver los encuentros virtuales y reales. Más bien por vivir éstos últimos.
ResponderEliminarEn este istmo me parece que estamos varias agazapadas como gatos, buscando, olisqueando cualquier oportunidad de saltar en busca de esos recuerdos que nos trasladen a otras latitudes. Quizá también esperando el sonido de los pasos conocidos en la escalera, el sonido de los aeropuertos a la espera de que aparezca una sonrisa que viene del sur.
Sabes que pasa cuando la luz empieza a escasear? Que los gatos ven en la oscuridad, y aunque los contornos se difuminen con la distancia, no se pierde la perspectiva, la memoria, ni los olores, ni los sabores... Es más, a veces se intensifican.
Esta semana sé si habrá viaje atlántico norte-sur o habrá que esperar al trayecto sur-norte. Mil gracias por las referencias, por el relato tan vívido y tan bueno, por la espera paciente.Un beso interoceánimo cercano, infinito y nítido. Cómo no echarte de menos?
A.
Muchas muchas gracias A. por tus palabras!!! mágicas,emotivas y tremendamente repletas de amor, de ese que tanto ofrecés en cada uno de tus decires y pensares. Extraño tus tés con canela...espero que pronto esto tenga solución =)
ResponderEliminarEste gran océano no ha conseguido desdibujar esta inmensa amistad, construida de recuerdos, de un presente de risas e historias compartidas, de un por-venir infinito. Ojalá nos veamos muy pronto, aquí o allá, nos sentiremos en casa y mucho habrá que disfrutar. Mientras tanto, mil besos y muchísimas gracias por esta cotidianedad mágica que permiten las nuevas tecnologías...no sustituyen un abrazo pero casi...
ResponderEliminarY tanto que aportan las nuevas tecnologías!!!!!!!! cada día, a través de ellas nado y nado unos cuántos km hasta tu orilla =) =) Muchas gracias Yayus por tus palabras!! muchos abrazotes temporalmente virtuales!!!!!!!!! =)
ResponderEliminarQue grande el océano Atlántico y que pequeño el espacio de nos separa con las nuevas tecnologías. Una y otra orilla están al lado, si alargamos la mano nos tocamos, seguro!!. Un océano no puede con la amistad.
ResponderEliminarS