12 de junio de 2013

Tocado por la tramontana


La mirada ojiplática de Salvador Dalí nos espera en el Museo Reina Sofía de Madrid. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas reza la exposición. Así es: se trata de una extensísima muestra con 200 obras (pinturas, esculturas, dibujos…) en un intento  de aproximación a una artista que bebe de todos los movimientos creativos e inquietudes del siglo XX, de sus múltiples lenguajes  y facetas, en una búsqueda incesante de su propio lugar.

Uno de los objetivos de esta exposición es revalorizar su figura, eclipsada por su faceta mediática, controvertida, exhibicionista. Dalí- creador es un artista de primer orden en la historia del arte del siglo XX, de sublime oficio en la pintura, de desbordante imaginación y atrevimiento.  Dalí-personaje es el artífice de su propio mito, un enfant terrible que se esconde tras una máscara de frivolidad, provocación y esperpento. ¿Es el propio  Dalí  su obra de arte más representativa? En cualquier caso, ha conseguido algo, que dado su gran narcisismo y referencialidad constante, le habría complacido sumamente, estar anclado en el imaginario colectivo, ser conocido y reconocido por todos. El hispanista Ian Gibson  en su extensa obra La vida desaforada de Salvador Dalí apunta que esta máscara exhibicionista era una protección ante una profunda vergüenza, una timidez patológica. Dalí-hombre construye su personaje y se autocorona como “salvador de la pintura española”, como cuando era niño en su Figueres natal y subía al terrado de su casa ataviado con capa y corona para sentirse invencible desde las alturas de su silla.

En la exposición se pone el énfasis en su adhesión al movimiento surrealista, al que contribuyó con en el Método Paranoico-crítico desarrollado por Dalí como mecanismo de transformación y subversión de la realidad.  Era grande su admiración por Freud, así como su perseverancia, llegando a conocerle  y mostrarle uno de sus cuadros, La metamorfosis de Narciso (que dicen fue muy apreciado por el padre del psicoanálisis a pesar de sus gustos clásicos). Si bien las pinceladas dalinianas son de  precisión fotográfica y perfeccionista, su simbología es una puerta abierta al subconsciente, una apelación al espectador, a la interpretación. Las imágenes de Dalí son perturbadoras, inquietantes, arrojan algo más de luz sobre el siempre escurridizo subconsciente. La obra de Dalí es un libro abierto sobre sus obsesiones pero también es un espacio de resonancia de nuestras inquietudes.


Metamorfosis de Narciso (1937)

A pesar de ser adalid de vanguardias y precursor de nuevas formas de concebir el papel del artista, Figueres fue su lugar, de inicio de viaje y última parada. El paisaje luminoso del Empordà, una constante en su obra. El Cap de Creus, el imponente finisterre del este de la península ibérica, su brújula. Dicen que cuando la Tramontana arrecia en estas tierras las mentes se alteran y la irracionalidad se apodera de las almas.  Bien lo sabía su abuelo paterno que huyó a Barcelona de los influjos de este aire. Dalí dijo en una ocasión que una vez tocados por la Tramontana no hay salvación. Bienvenida sea.


 
Rostro del gran masturbador (1929)
 
Museo Reina Sofía

La persistencia de la memoria (1931)


Niño geopolítico contemplando el nacimiento del Nuevo Hombre (1932)


Viridiana

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