La
mirada ojiplática de Salvador Dalí nos espera en el Museo Reina Sofía de
Madrid. Todas las sugestiones poéticas y
todas las posibilidades plásticas
reza la exposición. Así es: se trata de una extensísima muestra con 200
obras (pinturas, esculturas, dibujos…) en un intento de aproximación a una artista que bebe de todos
los movimientos creativos e inquietudes del siglo XX, de sus múltiples
lenguajes y facetas, en una búsqueda
incesante de su propio lugar.
Uno
de los objetivos de esta exposición es revalorizar su figura, eclipsada por su
faceta mediática, controvertida, exhibicionista. Dalí- creador es un artista de
primer orden en la historia del arte del siglo XX, de sublime oficio en la
pintura, de desbordante imaginación y atrevimiento. Dalí-personaje es el artífice de su propio
mito, un enfant terrible que se
esconde tras una máscara de frivolidad, provocación y esperpento. ¿Es el propio
Dalí su obra de arte más representativa? En
cualquier caso, ha conseguido algo, que dado su gran narcisismo y referencialidad
constante, le habría complacido sumamente, estar anclado en el imaginario colectivo,
ser conocido y reconocido por todos. El hispanista Ian Gibson en su extensa obra La vida desaforada de Salvador Dalí apunta que esta máscara
exhibicionista era una protección ante una profunda vergüenza, una timidez patológica.
Dalí-hombre construye su personaje y se autocorona como “salvador de la pintura
española”, como cuando era niño en su Figueres natal y subía al terrado de su casa
ataviado con capa y corona para sentirse invencible desde las alturas de su
silla.
En
la exposición se pone el énfasis en su adhesión al movimiento surrealista, al que
contribuyó con en el Método Paranoico-crítico desarrollado por Dalí como
mecanismo de transformación y subversión de la realidad. Era grande su admiración por Freud, así como
su perseverancia, llegando a conocerle y
mostrarle uno de sus cuadros, La metamorfosis de Narciso (que dicen fue muy
apreciado por el padre del psicoanálisis a pesar de sus gustos clásicos). Si
bien las pinceladas dalinianas son de precisión fotográfica y perfeccionista, su
simbología es una puerta abierta al subconsciente, una apelación al espectador,
a la interpretación. Las imágenes de Dalí son perturbadoras, inquietantes,
arrojan algo más de luz sobre el siempre escurridizo subconsciente. La obra de
Dalí es un libro abierto sobre sus obsesiones pero también es un espacio de
resonancia de nuestras inquietudes.
A
pesar de ser adalid de vanguardias y precursor de nuevas formas de concebir el
papel del artista, Figueres fue su lugar, de inicio de viaje y última parada. El
paisaje luminoso del Empordà, una constante en su obra. El Cap de Creus, el
imponente finisterre del este de la península ibérica, su brújula. Dicen que cuando la Tramontana arrecia en estas tierras las mentes se alteran
y la irracionalidad se apodera de las almas.
Bien lo sabía su abuelo paterno que huyó a Barcelona de los influjos de
este aire. Dalí dijo en una ocasión que una vez tocados por la Tramontana no
hay salvación. Bienvenida sea.
Viridiana
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