25 de noviembre de 2013

Aquí empieza todo


-    ¡Patxi, Patxi! - gritaba Ainara aterrorizada mientras sus padres paseaban tranquilamente su tarde de vacaciones entre el escarlata brezo salpicado de verde.
 
-      ¡Patxi, Patxi, ven, párate! - Ainara gritaba y corría, corría y gritaba.
Sus padres y hermana Uxue apenas se inmutaron absortos   como estaban en tal excelso atardecer que les regalaba su última tarde estival.
Ainara roja y sin aliento no alcanzaba al pequeño Patxi que cada vez se acercaba más  al acantilado. Los característicos  bufones astures, como chimeneas de roca, expulsaban con gran fuerza las olas, que no temerosas de alturas alcanzaban fácilmente los 20 metros para luego precipitarse pulverizadas en estruenduosa sonata marina. El Cantábrico, con gran virulencia, acompañaba la siniestra melodía, hipnótica para algunas almas sensibles. Patxi se encontraba entre esos seres no inmunes a la majestuosidad de la naturaleza, a su grandeza, a sus misterios. Frenético y con los ojos desorbitados se asomó a la boca del bufón que en ese momento bramaba sin arrojar de sus entrañas agua. Ainara lo miró paralizada. El surtidor se abrió paso y Patxi desapareció entre algas, piedras y océano. Sin duda feliz. No pasaría más vacaciones tediosas con esos dueños grises y vulgares. Echaría  algo de menos a Ainara, en la que atisbó algo de cordura y calidez. Pero al fin tenía la certeza de que era el lugar.
 
-      Aquí empieza todo – se dijo a si mismo.
 
 
 
Viridiana, texto y fotografía
 
 

18 de noviembre de 2013

Negra Sombra



Como el otoño ya está llegando a su fin cada tarde enciende la antigua cocina de leña antes de sentarse frente a la ventana. La casa está en silencio pues hace años que está sola con la única compañía de los castaños que rodean su aldea, por eso decidió perder la cabeza y vivir de nuevo, convirtiendo sus recuerdos en realidades.

Antes de sentarse se recoge el pelo en un moño y se pinta los labios, ella los cree aún carnosos como a sus veinte años pero sin embargo el carmín ya solo pinta un esbozo de lo que fue su boca. Pasa horas frente a su ventana observando el mismo paisaje: En la esquina, entre su cuadra del ganado y la casa de López,  empieza un sendero que baja hacia al pueblo sorteando casitas de losa y tejados de pizarra serpenteantes.  Al fondo, las montañas de la sierra imponentes y eternamente salpicadas de niebla, con el pico Navarín cerca del cielo, donde antaño llevaba a pastar las vacas.  

Desde esa ventana y en ese sendero fue donde le vio por última vez.  Ahora le sentía de nuevo allí parado con su uniforme de militar impuesto, sus botas  negras como España y su petate triste.  El sol aclaraba su pelo y sus ojos estaban llenos de miedo pero tenía una sonrisa de esperanza por volver a su aldea y abrazarla de nuevo algún día. Antes de partir, le envió un beso en el aire y ella lo cogió secándose las lágrimas.

Se habían conocido en la feria, le gustaba bailar pasodobles con él como único modo de intimidad permitido en sus tiempos, acariciar sus brazos con disimulo, acercarse un poco más de la cuenta mientras la carabina se despistaba. Después vino la boda, el estreno de la casa en la que ahora vivía y un buen día la carta que le llamaba a la guerra.

Aquella tarde se prometieron que, a pesar de todo lo que pasaba a su alrededor, volverían a encontrarse. Y desde aquella esquina que ahora observa fijamente con la mirada perdida,  le vio perderse camino abajo.

Ella le esperó más de medio siglo pero nunca volvió. Entonces decidió perder la cordura, así cada tarde desde su ventana, con la cocina de leña encendida y aunque sentada en una silla, le abraza, baila con él su pasodoble, le despide y vuelve a recoger una y otra vez el beso que él le envió como despedida.






 Ultramarinos Bodeler

11 de noviembre de 2013

Compromiso


Hace unos días, nuestro blog cumplió sus dos primeros años de existencia. Si he de ser sincera, no puedo dejar de admitir que por momentos, este tiempo se me pasó más rápido que un abrir y cerrar de ojos; apenas tengo consciencia de la implicancia del período transcurrido. Me cuesta asimilarlo, tal vez porque la ambición en una primera instancia no fue grande y la gratitud de ver la obra en proceso lo hizo fluir de una manera tan vital que no dio lugar a profundas reflexiones.
Aunque el transcurrir fue veloz, o al menos así lo percibí, no quiero dejar de hacer un balance de la tarea emprendida con interés de contagiar ímpetus y recalentar las motivaciones propias y ajenas.
Armar un blog, sostenerlo semanalmente, perfilarlo diverso y recrearlo en cada una de sus posibilidades, no es para nada sencillo. Si la vida es una cuesta cuya pendiente muchas veces es bastante pronunciada, la osadía de escribir y construir un relato no es solamente arduo y heroico, sino que en varias ocasiones se transforma en algo quimérico, agotador y sumamente desconcertante.
Sin embargo, el desafío aún está latente, las ganas van renovándose y aunque la compañía mayormente es harto silenciosa, se agradece enormemente la aventura emprendida en forma conjunta. Porque no nos olvidemos que la tarea de escribir implica dos partes, hay un mensaje que se desea comunicar a un lector que activamente se apropia de lo leído para reinventarlo.
Ahora bien, adentrándome en la esfera de los elogios, quiero destacar muy especialmente el ingrediente fundamental que hace que este espacio venga sosteniéndose en el tiempo y vaya echando raíces a lo largo y a lo ancho del cosmos virtual. Me refiero al compromiso. Vocablo que según la RAE alude a una “palabra dada”. Palabra que ni los monzones pudieron cargarse a cuestas, y que en estos dos años mis compañeras de emprendimiento y yo, seguimos enarbolando.



Quiero decirles muy especialmente a ustedes dos, mis estimadas Viridiana y Ultramarinos Bodeler, que el periplo transitado hasta el presente no solo es causa de un cálido orgullo sino de una alegría inmensa que ilumina los recovecos de mis capacidades ocultas. Agradezco su presencia, permanencia y adhesión, su confianza, constancia y cariño, por haberme permitido soñar junto a ustedes mundos imposibles, por impulsarnos a entrar y salir de nuestra habitación, una y mil veces, para explorar ámbitos desolados e inquietantes, como los que todo escritor se anima a descubrir.


Gracias infinitas por la apuesta, por la perseverancia, por la imaginación, por el delirio y la intuición. Desde aquí, hasta siempre. Desde allí, hasta la eternidad.


Laurencia Melancolía


4 de noviembre de 2013

Pelo malo


Pelo malo, dirigida por la venezolana Mariana Rondón y protagonizada por el niño Samuel Lange Zambrano, se alzó en este pasado mes de septiembre con la Concha de Oro en la categoría de Mejor Película en la 61 Edición del Festival de San Sebastián 2013.
Una historia hilvanada de retazos de crudo realismo y sensibilidad; de emociones encontradas; de miedos y futuros inciertos. Una historia envuelta en una ciudad que huele a  ácida precariedad, a porvenires lastrados, a arbitrarios designios. Metafóricas imágenes de edificios-colmena, donde la vida y el juego se hacen paso aún en su aglomeración y grises esqueletos de cemento.

 
Junior, el protagonista, tiene 9 años y el “pelo malo”. Su mayor preocupación es alisar su ensortijada y oscura melena y, de esta forma, conseguir verse como un cantante pop de moda, verse bello, conseguir que su madre le quiera. No obstante, esta inquietud del chico, así como su forma de ser y sensibilidad, no es aceptada por su madre, Marta, lo que conlleva un permanente conflicto y un rechazo cada vez mayor por parte de ella.
La mirada de Junior, inocente y vital, nos muestra la crudeza de la búsqueda de la propia identidad en un entorno decadente, homófobo, donde la ignorancia y el miedo parecen ganar la batalla a las luces de la tolerancia y el respeto. No es difícil hacerse cómplice de Junior durante la película, hacer tuyos sus anhelos y sus tristezas. Asimismo,  la historia no nos enfrenta al personaje de la madre, perfilada con compasión, más allá de la "madrastra del cuento", como una superviviente en el caos de la Caracas actual, de las circustancias con las que le toca lidiar.
 
Un retrato, de aparente sencillez,  muy necesario para comprender el dolor y la desesperanza, el lastre de la opresión de las diferencias. Unos personajes creíbles. Un conflicto universal, la aceptación de tal y como somos.
 
Viridiana

 
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